lunes, 27 de julio de 2015

Hidalgo y la Guadalupana
CONGRUENCIA DE DOS INSURGENTES
        El 30 de julio próximo se cumplen 204 años del fusilamiento de Don Miguel Hidalgo y Costilla. Ese "Don", así con mayúsculas, lo tuvo bien ganado.
        Desde niño, hasta el día de su muerte, no fue ni dócil ni sumiso. Fue disciplinado, sí, pero la mansedumbre nunca la tuvo. No hay duda que fue un insurgente; mejor aún, un jefe de insurgentes.
        Su realidad y sus estudios escolares lo condujeron a una rebeldía que desembocó en revolución independentista, libertaria, anticastas, y reivindicatoria económica a través de la reintegración, a los indígenas, de sus propiedades inmuebles tenidas antes de la conquista y el despojo.
        Que tuvo defectos humanos, desde luego, siempre fue humano; empero, sus cualidades, también humanas, lo convirtieron con toda justicia en Padre de la Patria.
        Educador indiscutible, siempre será el permanente Rector de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
        Y en la educación fue crítico y rebelde hasta en la teología, disciplina que en su tiempo resultaba ser el eje pedagógico de todo.
        Citando a Tulio, es decir, a Marco Tulio Cicerón, juzgaba como "una perversa obstinación... mantenerse con bellotas después de descubiertas las frutas..." Las bellotas eran la teología escolástica de Santo Tomás de Aquino desplantada del pensamiento aristotélico, y enseñada en forma seca, inútil, sin ningún vínculo con la vida concreta de finales del siglo XVIII y principios del XIX; mientras que las frutas deliciosas eran los conocimientos novedosos de tipo histórico, geográfico y social, de aquellos tiempos.
        Buscaba, Don Miguel, la positividad de las ciencias para generar productividad real a favor de todos los humanos, y dejar de lado, en abandono, "las sutilezas escolásticas" que sólo sirven para "pervertir el buen gusto y perder el tiempo".
        Desde el ángulo visual de Hidalgo, Dios prefería seres humanos que, estudiando, utilizaran su existencia en trabajar el campo, cultivando e industrializando las moreras y el gusano de seda, o la apicultura para la obtención de ricos y variados productos de las abejas.
        La vida se mal usaba en los entresijos absurdos, misteriosos, oscuros, de lobreguez tenebrosas, de una Edad Media que no terminaba de irse.
        En lugar de utilizar la vida para cosas benéficas a la existencia de los hombres, (como tener una patria independiente, ser libres dentro de ella, sin castas para ser iguales todos, y justos con las culturas originales de este continente, vencidas y explotadas a través de imponer esclavitud a sus aborígenes) se manipulaba la existencia de los seres humanos conquistados en una docta ignorancia pletórica de inepcias tan vagas como ociosas.
        Congruente con sus principios, y llegado el momento histórico, Don Miguel Hidalgo siguió rebelde, creando un símbolo insurgente eficaz y poderoso: la Virgen de Guadalupe, tan morena como humillada por el conquistador europeo.
        Los dos subversivos: la virgen y el cura, fueron fusilados, más veces ella que él, y ambos, por ser congruentes con sus valores, han sobrevivido en la conciencia popular.