miércoles, 8 de julio de 2015

Distribuir mejor
PARA PRODUCIR MÁS
        "México ha optado por actuar con responsabilidad", afirmó el Presidente Enrique Peña Nieto en la ceremonia de inauguración de la Cumbre Internacional de Productividad, celebrada en la capital de nuestro país en días recientes.
        ¡Qué bueno que así sea!, si por "responsabilidad" se entiende obrar con justicia, en apego a la ley, a favor siempre de los mexicanos, con inteligencia y mesura.
        Empero, ahí mismo el Presidente de la República aseguró: "Sin productividad no hay prosperidad... la productividad es llave de la prosperidad... la productividad asegura que en México haya condiciones para el bienestar de las familias mexicanas", según notas periodísticas.
        Y si analizamos todos estos decires presidenciales llegaremos a varias conclusiones:
        Primera, por una inercia de la retórica oficial, el Presidente de México habla sobre el tema al que está referido el evento al que asiste, y en el cual hace uso de la palabra.
        Esto explica, y justifica, que en una reunión internacional de productividad el contenido de su oral expresar sea sobre la "productividad".
        Segundo, al manifestar el Presidente Peña Nieto que "Sin productividad no hay prosperidad" acierta, en cuanto que ese concepto se tome como una generalidad básica. Nadie puede ser floreciente si no produce, si no trabaja. Un flojo no genera riqueza. Un trabajador genera riqueza de muchas formas, entre otras, al producir bienes y/o servicios, y al organizar su propia formación personal.
        Sin embargo, la productividad de los trabajadores, sólo su productividad, no es garantía de su bienestar ni del bienestar de su familia, ya que es necesario que a su productividad se sume ipso facto e ipso jure la justa distribución de la riqueza producida.
        Tercera, en otras palabras, el Jefe de Estado de cada país debe saber qué lo que justifica un sistema productivo es, básicamente, la suma de dos cosas: la forma de organizar la producción para hacer más con menos, producir con la mayor calidad y la mayor cantidad, con el menor de los costos; y, una vez generada la riqueza con esa forma de producir, distribuir de la manera más justa, para que el capital y el dueño de éste no se lleve casi todo, mientras el trabajador con su salario no alcanza ni siquiera a remunerar: alimento, vivienda, trasporte, vestido, educación, y sano esparcimiento, para toda su familia.
        Así que la productividad, por sí sola, no es llave de la prosperidad de todos ni asegura que en México haya bienestar de las familias mexicanas.
        Se requiere que, junto a la productividad, haya un sistema de reparto de lo producido más justo; e, incluso, si organizamos bien un sistema productivo, veríamos que al distribuir mejor la riqueza, tanto económica como cultural, tanto de seguridad pública como de seguridad social, tanto educativa como jurídica y ética, se elevaría considerablemente la productividad.
        Eso no es utópico; es tan real, que lo vemos realizado en muchos países culturalmente adelantados: Noruega, Suecia, Finlandia.
        ¡México puede ser así!