¿Secretario sin
Secretaría?
UNA FUNCIÓN PÚBLICA
SIN CUATISMO
En memoria de
Mario Vázquez Raña,
señor del deporte, señor del periodismo.
Recientemente el Presidente Enrique Peña
Nieto generó dos actos de autoridad: primero, designó como secretario de la
Función Pública a Virgilio Andrade Martínez; y, segundo, le encargó pública y
específicamente investigar "si hubo o no conflicto de intereses" en
las adquisiciones que de conocidos inmuebles hicieran, por separado, él mismo,
su esposa Angélica Rivera, y el secretario de Hacienda y Crédito Público Luis
Videgaray.
Para ambas determinaciones
presidenciales la mayoría de los comentarios, por diversas razones o
sinrazones, son en contra del Presidente Peña Nieto.
Siendo eso un hecho francamente notorio,
no repetiré ni las formas, algunas lamentablemente soeces, ni las elucidaciones
que se han pronunciado en torno a esos actos de autoridad.
Partiré, para analizar esos dos mandatos
del ejecutivo federal, de una simple suposición. Imaginémonos que en lugar de
haber nombrado al señor Andrade Martínez como secretario de la Función hubiese
dado el cargo a Andrés Manuel López Obrador y que, desde luego, éste hubiese
aceptado.
Dentro de ese escenario imaginado, ¿cómo
hubiese respondido la opinión pública?
¡Qué sorpresa hubiésemos llevado!;
empero, también, con el nombramiento de Virgilio y la encomienda ordenada nos
llevamos un gran asombro. Sin duda, ¡hay de sorpresas a sorpresas!
La sorpresa con Virgilio Andrade es que
en la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal parece ya no existir la
Secretaría de la Función Pública; incluso, en las plataformas electrónico
cibernéticas de las dos cámaras de Congreso de la Unión y de Gobernación, que
dan cuenta del texto íntegro de dicha ley orgánica, hasta el 8 de febrero del
2015 no aparece esa secretaría. Sólo se observan 16, más la Consejería
Jurídica.
Se inicia con Gobernación, y se concluye
con Turismo. En ese artículo 26 de tal ley, no se encuentra la Secretaría de la
Función Pública. Esperemos que sólo sea un problema de actualización informativa,
y no el caso de un secretario sin Secretaría, porque las secretarías del
Ejecutivo Federal sólo pueden instituirse por ley.
Otra sorpresa con la designación de
Andrade es que, siendo conocida su relación amistosa con los supuestos
implicados en conflicto de intereses, a la par de su nombramiento se le haya
impuesto la comisión especial por una de las partes conflictuadas.
Es obvio, y de explorado derecho, que
nadie puede ser juez y parte al mismo tiempo, ni directa ni indirectamente.
Tomo algo del artículo de la semana
pasada del escritor José Fonseca; la frase final referida al Presidente:
"sus críticos dirían: Lo ven, Peña Nieto no sabe nadar".
Justa es esa expresión, ya que quien no
sabe nadar, y se encuentra en aguas profundas, por más que se abrace a su
propio cuerpo no podrá salvarse.
Pero también hubiese sorprendido el
nombramiento a López Obrador como secretario de la Función Pública, y mayor
pasmo hubiese sido si aceptase, siendo un crítico a perpetuidad que parece
vivir para ser oposición eternamente, a pesar de las cualidades que deben
reconocérsele.