¡Cuidemos a la
Nación!
FRENEMOS LOS
DESPROPÓSITOS
El concepto moderno de
"Nación" nos llega con el renacimiento jurídico político; lo incuba el
pensamiento inglés, y prende en toda Europa.
A la Nueva España adviene, tal término,
con los jesuitas del siglo XVIII. Ésos que encabezados por Clavijero, Landívar,
Alegre, Abad, son desterrados por Carlos III en 1767.
La palabra "Nación" comenzó
como todo bebé: débil, buscándose a sí misma, con la fragilidad inicial de todo
lo que nace, sin saber caminar ni hablar; empero, muy pronto logró su infancia,
su adolescencia y juventud.
Hoy, en su tercera edad, parece
encontrarse, tal expresión, con un pié en la tumba, y el otro pié sobre una
cascara de plátano.
Desde el siglo XIX, ése al que el
escritor francés León Daudet (1867-1942) denominó "el siglo estúpido",
el Manifiesto Comunista (1848)
redactado por Carlos Marx y Federico Engels, llamó a la unión de todos los
proletarios del mundo, para instaurar el internacionalismo obrero en el
planeta, y con ello constituir una sola Nación.
En el siglo XX, el desarrollo
capitalista y su cabeza imperial en Estados Unidos de América, logra una
globalización que constituye un preámbulo al internacionalismo burgués.
Proletario o capitalista, cualquiera de ambos
sistemas planteados en la vida real de los países, la tendencia es borrar las
fronteras nacionales y a las naciones, para formar una unidad humana que pretende
resolver los problemas de dicho nacionalismo real, pero que, a la vista está,
que producirá nuevos conflictos, referidos a un internacionalismo balbuciente.
Expresó lo anterior como un cuadro de
referencia, ya que aparte de que México recibe como país el embate de las
fuerzas internacionales, también tiene que soportar la acometida de las fuerzas
internas que llevan, consciente o inconscientemente, el mismo despropósito:
destruir a México.
Y es que nuestra Nación se encuentra
prisionera y enredada de un sin fin de disparates, tan absurdos en el fondo
como al parecer justificados en la superficie. Son, sin dudar, la agudización
de nuestras propias contradicciones.
Pensemos qué le pasaría a nuestro
organismo si se taparan nuestras arterias y nuestras venas, y no pudieran
recibir todas las partes del cuerpo humano el fluido sanguíneo y la oxigenación
requeridos. ¿Cuánto tiempo nos quedaría de vida?, o ¿cuántas lesiones nos
provocaríamos?
Así, ¿por qué permitir que a los
gobernados se nos afecten derechos humanos garantidos por nuestra Carta Magna,
referidos a nuestra libertad de tránsito?; ¿por qué aceptar que a nuestras
ciudades y al país entero se le afecten las arterias y sus venas de la
transportación, comercio, y economía?
Lo anterior, efectuado por grupos que,
aunque tuviesen derechos que hacer valer, los ejercen indebidamente y de manera
ilegal, causando severas afectaciones delictivas a sectores mayoritarios de la
población, sin que nadie aplique la coercitividad del derecho.
Los males causados por todos los
despropósitos actuales son efectos de un sistema que está por explotar.
¡Cuidemos a los mexicanos, y con ellos a la Nación: México!