Último día del año
2013
EL PRINCIPE DE
MAQUIAVELO
"Eres maquiavélico" significa,
ahora, ser "diabólico, perverso, malévolo"; sin embargo, Nicolás
Maquiavelo, quien con su apellido y su obra dio lugar a ese calificativo
después de su muerte, estuvo muy alejado de ser una persona proterva.
Maquiavelo nació y murió en la República
de Florencia. (1469-1527) Integrante de una familia aristocrática y pobre, cuyo
padre era abogado. Nicolás fue un joven inteligente, trabajador, y viajero.
Conoció países, y supo analizar a la gente al reflexionar sobre sus conductas
entretejidas, individuales y colectivas.
Escribió innumerables obras, entre
otras: La Mandrágora, Discurso sobre la primera década de Tito Livio, Del arte
de la guerra, Historia de Florencia, El Príncipe; siendo este último el que ha
ocasionado ese juicio histórico tremendo, pero injusto.
El Príncipe fue escrito entre principios
de agosto y finales de diciembre del año 1513, lo que significa que este libro
cumple 500 años de concluido.
Maquiavelo con su texto no hace más que
describir el mundo que le rodeaba. Si algo fue diabólico fue su mundo, no el
talento que lo describía; empero, ni siquiera su circunstancia histórica era
diablesca, simplemente era humana.
Ese escritor murió sin haber sufrido el
repudio tan generalizado de que hoy arbitrariamente padece. El Príncipe no fue
escrito para ser editado ni menos publicitado; sino que fue, simplemente, un
documento de trabajado para los poderosos de la familia Médicis.
Maquiavelo nunca buscó la celebridad, ya
que siempre fue discreto, y le atraía permanecer inadvertido. En su vida
privada y familiar fue modesto; fiel cumplidor de sus obligaciones hogareñas,
buen esposo y excelente padre. Gozó del prestigio de ser buen amigo de sus
amigos, y un funcionario eficaz y ejemplar.
Tampoco fue un santo; pero jamás fue un
demonio.
Dedicó su libro "Al Magnífico
Lorenzo de Médicis", y a él se lo entregó como un obsequio, analizando de
entrada que los poderosos reciben siempre regalos como "caballos, piedras
preciosas, armas, telas de oro".
El libro está pletórico de ejemplos para
ejercer el poder, en base a hechos históricos reales.
Leamos algo de él que sigue siendo
aplicable a los actuales problemas de México: "... Los romanos hicieron en
estos casos lo que todo príncipe prudente debe hacer, lo cual no consiste
simplemente en preocuparse de los desórdenes presentes, sino también de los
futuros, y evitar los primeros a cualquier precio. Porque previniéndolos a
tiempo se pueden remediar con facilidad; pero si se espera que progresen, la
medicina llega a deshora, pues la enfermedad se ha vuelto incurable. Sucede lo
que los médicos dicen del tísico: que al principio su mal es difícil de
conocer, pero fácil de curar, mientras que, con el transcurso del tiempo, al no
haber sido conocido ni atajado, se vuelve fácil de conocer, pero difícil de
curar. Así pasa con las cosas del Estado..."
La luz del talento del siglo XVI sigue oportuna,
aunque muchos poderosos, ahora, ni leen ni entienden.