miércoles, 1 de enero de 2014

Último día del año 2013
EL PRINCIPE DE MAQUIAVELO
        "Eres maquiavélico" significa, ahora, ser "diabólico, perverso, malévolo"; sin embargo, Nicolás Maquiavelo, quien con su apellido y su obra dio lugar a ese calificativo después de su muerte, estuvo muy alejado de ser una persona proterva.
        Maquiavelo nació y murió en la República de Florencia. (1469-1527) Integrante de una familia aristocrática y pobre, cuyo padre era abogado. Nicolás fue un joven inteligente, trabajador, y viajero. Conoció países, y supo analizar a la gente al reflexionar sobre sus conductas entretejidas, individuales y colectivas.
        Escribió innumerables obras, entre otras: La Mandrágora, Discurso sobre la primera década de Tito Livio, Del arte de la guerra, Historia de Florencia, El Príncipe; siendo este último el que ha ocasionado ese juicio histórico tremendo, pero injusto.
        El Príncipe fue escrito entre principios de agosto y finales de diciembre del año 1513, lo que significa que este libro cumple 500 años de concluido.
        Maquiavelo con su texto no hace más que describir el mundo que le rodeaba. Si algo fue diabólico fue su mundo, no el talento que lo describía; empero, ni siquiera su circunstancia histórica era diablesca, simplemente era humana.
        Ese escritor murió sin haber sufrido el repudio tan generalizado de que hoy arbitrariamente padece. El Príncipe no fue escrito para ser editado ni menos publicitado; sino que fue, simplemente, un documento de trabajado para los poderosos de la familia Médicis.
        Maquiavelo nunca buscó la celebridad, ya que siempre fue discreto, y le atraía permanecer inadvertido. En su vida privada y familiar fue modesto; fiel cumplidor de sus obligaciones hogareñas, buen esposo y excelente padre. Gozó del prestigio de ser buen amigo de sus amigos, y un funcionario eficaz y ejemplar.
        Tampoco fue un santo; pero jamás fue un demonio.
        Dedicó su libro "Al Magnífico Lorenzo de Médicis", y a él se lo entregó como un obsequio, analizando de entrada que los poderosos reciben siempre regalos como "caballos, piedras preciosas, armas, telas de oro".
        El libro está pletórico de ejemplos para ejercer el poder, en base a hechos históricos reales.
        Leamos algo de él que sigue siendo aplicable a los actuales problemas de México: "... Los romanos hicieron en estos casos lo que todo príncipe prudente debe hacer, lo cual no consiste simplemente en preocuparse de los desórdenes presentes, sino también de los futuros, y evitar los primeros a cualquier precio. Porque previniéndolos a tiempo se pueden remediar con facilidad; pero si se espera que progresen, la medicina llega a deshora, pues la enfermedad se ha vuelto incurable. Sucede lo que los médicos dicen del tísico: que al principio su mal es difícil de conocer, pero fácil de curar, mientras que, con el transcurso del tiempo, al no haber sido conocido ni atajado, se vuelve fácil de conocer, pero difícil de curar. Así pasa con las cosas del Estado..."
        La luz del talento del siglo XVI sigue oportuna, aunque muchos poderosos, ahora, ni leen ni entienden.