Bicentenario de
Melchor Ocampo
TODO UN HOMBRE DE
CIENCIA
El 6 de enero del 2014 estaremos
celebrando el bicentenario del natalicio de Melchor Ocampo. Su vida, de
principio a fin, está llena de incógnitas. "¿Quiénes fueron los padres de
Ocampo?", pregunta Don Eduardo Ruiz, (1839-1902) uno de sus mejores
biógrafos.
Y ese escritor, quien llegara a ser
Procurador General de la República y Ministro de la Suprema Corte de Justicia
de la Nación, contesta a su propia interrogante: "Una discreción
respetuosa, un acatamiento al silencio que sobre este particular se impuso
siempre el mártir de Tepeji del Río, nos veda decirlo".
Igual resulta un entresijo el lugar de
su nacimiento, ya que entre más se investiga más confusión se genera; sin
embargo, vale recordar que las águilas no son de los picachos en que nacen,
sino de los infinitos por donde cruzan.
Por otra parte, la generación de la
Reforma es, sin lugar a duda, una de las mejores que ha tenido México; y,
dentro de ella, Melchor Ocampo resulta su talento más lúcido.
El iniciador de las Leyes de Reforma en
1833, José María Luis Mora Lamadrid, fue aproximadamente 20 años mayor que
Ocampo, y ambos se conocieron en París; el primero estaba ahí como trasterrado
y, el segundo, como un estudiante viajero.
Uno de los resultados de ese encuentro
fue que ninguno de los dos se simpatizó. Estas dos inteligencias con similares
ideologías, pero de diversas generaciones, no motivaron en su cruce química
unificadora cual ninguna; sin embargo, uno es el lógico continuador del otro.
La esencia filosófica de esas Leyes de
Reforma corrió a cargo de ambos, en las circunstancias y en los tiempos
respectivos de cada uno de ellos. Así es el destino, tanto el causal como el
azaroso.
Melchor Ocampo es descrito con respeto
por varias personas de su tiempo. Guillermo Prieto, "Fidel", lo
puntualiza: "Remedaba yo a Ocampo con su largo cabello cayendo hacia
atrás, su faz redonda, su nariz chata, su boca grande pero expresiva, su
palabra dulcísima y sus manos elocuentes eran el complemento y la acentuación
de su palabra".
Ocampo fue la personificación del
enciclopedista mexicano. Educador, botánico, astrónomo, jurista, diplomático,
político, agricultor, economista; y todos sus esfuerzos calificados los puso al
servicio de Michoacán, y de México.
No fue héroe de la guerra, pero sí fue
un eficaz guerrero de la inteligencia, y de la paz. Uno de sus apotegmas sigue
siendo un actual llamado para todo mexicano: "Es hablándonos, y no
matándonos, como debemos entendernos".
Al igual que otro de sus aforismos
responde a todos los tiempos de nuestro desarrollo histórico: "Unidos para
ser independientes, libres, y prósperos".
Y el poeta Manuel Acuña escribió sobre
Ocampo todo un cántico, el que en una de sus partes afirma: "Ya es tiempo
de rasgar el negro abismo que oculta la verdad de la existencia, y cambiar al
Dios del fanatismo por el Dios de la razón y la conciencia."