A
las 5 horas del día 6 de julio del año 2012, en plena madrugada, la vidente Rosa
Gómez de la Nueva Jerusalén, en el municipio de Turicato, Michoacán, tuvo una
"revelación divina".
Ese
develamiento estuvo a cargo de la Virgen del Rosario, la que al decir de los
seguidores del líder Martín de Tours "ordenó destruir las escuelas laicas
de la comunidad". Y todos los de ese grupo dogmático, con marros, picos,
hachas, palas, y fuego, cumplieron a plenitud la santa disposición.
Así
quedaron en escombros el jardín de niños, la escuela primaria, y la
telesecundaria, de aquel lugar, como un ejemplo de que en parte aún pervive
algo de la Edad Media, de la cultura occidental, en la segunda década del siglo
XXI.
Multitud
de hechos como ése motivaron al filósofo alemán Ludwig Andreas Feuerbach
(1804-1872) a expresar que "la religión es el opio de los pueblos",
lo que más adelante repitió uno de sus más brillantes seguidores, Carlos Marx.
Sin
embargo, el fenómeno religioso sigue siendo un fenómeno social que, aunque ha
servido más para mal, ha servido y puede servir para bien, como lo muestra la
experiencia histórica. Ahí mismo, en la Nueva Jerusalén se construyeron esas
escuelas laicas, y en ese mismo lugar los seguidores del líder Santiago El
Mayor están en espera de que la misma Virgen del Rosario, también en
"revelación divina", les indique como vengarse de los destructores, y
de qué manera reconstruir los planteles educativos devastados.
Lo
anterior nos recuerda cuando en 1810 la Virgen de Guadalupe radicada en
Atotonilco decidió irse de insurgente con el pueblo encabezado por el Padre de la
Patria, Miguel Hidalgo y Costilla, y como de inmediato la Virgen de los
Remedios escogió enrolarse en las filas de los realistas capitaneados por Félix
María Calleja del Rey, quien, por supuestas ordenes del Virrey Francisco Javier
Venegas, llegó públicamente a fusilar a la imagen de la Virgen de Guadalupe,
tratando de desalentar, así, a centenares de "guadalupes" que
luchaban por la independencia de México, la abolición de la esclavitud, la
supresión de las castas, y la reintegración de terrenos a las comunidades
indígenas, disposiciones dadas, de acuerdo a los insurgentes, por la morena del
Tepeyac.
Las
guerras religiosas, o las luchas en donde este fenómeno se enreda, son de lo
más grotesco, absurdo, y sanguinario.
En
vínculo a lo anterior, desde 1973 se fundó esta ermita de la Nueva Jerusalén, y
desde ese entonces el gobierno de México (federal, estatal y municipal) ha
visto su desarrollo.
Ahora
los tres niveles del gobierno mexicano, con inteligente, rápida y eficaz,
coordinación deben aplicar con metodología contemporánea las medidas del
renacimiento.
Si
la Edad Media retornara no quedaría una sola escuela en pié, y los dogmáticos
ministros religiosos gritarían lo que aquel general franquista espetó al Rector
de Salamanca Miguel de Unamuno: "¡muera la inteligencia!".