Tan
mala es la compra de votos con alimentos como la compra de votos con playas
artificiales y/o pistas de patines de hielo en pleno Distrito Federal.
Pésima
también resulta la adquisición de conciencias, y de votos, con regalos de
placas de taxis en el DF, o espacios en mercados públicos o en las banquetas y
calles de esa gigantesca mancha urbana en la que se ha convertido, para
vergüenza de todos, la capital de nuestro país.
Y
el perdido a todas va. Así que el comal le dice a la olla que la ha denunciado
por estar tiznada, cuando ambos utensilios portan las manchas negras de los
carbones.
¿Con
qué cara puede denunciar Andrés Manuel López Obrador a Enrique Peña Nieto por
compra de votos a través de despensas, cuando en Michoacán, simplemente, el
gobierno perredista ante la mirada pública andaba comprando votos, a su favor,
con regalos de bultos de cemento y varillas?
¡Vaya
impotencia cínica la de AMLO!, cuando él mismo en las plazas públicas, y en sus
mítines les aconsejaba u ordenaba a sus seguidores que recibieran todos los
regalos que les dieran sus contrincantes, pero que el día de las elecciones
votaran por López Obrador.
De
esa forma él mismo autorizó dichas compras de votos, si es que las hubo;
empero, quiere decir que los electores no le hicieron caso, votaron por otro
pero no por Andrés Manuel.
Y
a estas alturas del proceso el PRI ha denunciado las ilícitas finanzas de López
Obrador en su campaña, aportando también pruebas.
Lo
curioso es que cuando el PRD acusó al PRI, éste dijo que la maniobra perredista
era sólo una "cortina de humo" para cubrir la pérdida de la elección.
Ahora
que el PRI acusa al PRD y a quien fuera su candidato a la Presidencia de la
República, los perredistas contestan con lo mismo: "la denuncia del PRI es
una cortina de humo para encubrir sus anomalías".
Ambos
se acusan de lavado de dinero durante el proceso electoral, pero los dos no lo
dijeron mientras se encontraban en campaña.
Claro
que toda esta charada postelectoral la ha provocado el más profundo y auténtico
sentido amoroso que anida en el corazón y en el cerebro de Andrés Manuel López
Obrador, quien siempre vuelve a las mismas andadas.
Es
obvio que una gente así nunca puede ser confiable, ni revolucionario ni de
izquierda ni humanista ni amoroso.
El
reto que AMLO lanza a EPN, para que explique los bienes con los que supuestamente
compró votos, es tan ingenuo como torpe.
Enrique
Peña Nieto no debe ni caer en trampas ni hacer caso de esas marrullerías
postelectorales.
Quienes
impusimos a Peña Nieto como Presidente de México, a partir del primero de
diciembre del 2012, somos más de 19 millones de ciudadanos.
Los
miles que hoy alborotan, no practican lo que predican, y esto los debilitará
muy pronto.