"Sólo con un cambio de régimen se acabará la violencia
en el país"; así lo sentenció Andrés Manuel López Obrador.
Y ese mismo candidato a la
Presidencia de México se ha personificado como el único que puede generar ese
cambio. Nadie más, exclusivamente él.
Michoacán y México viven al filo de la violencia motivada
por una mezcla de causas; algunas no ajenas al gobierno federal, que circula
por la derecha y que está por irse, y otras motivadas por la autodenominada izquierda,
que se resiste a marcharse, desobedeciendo el mandato ciudadano de un voto
adverso.
Esos extremos están dispuestos a generar violencia, y a
acrecentarla en la medida de sus posibilidades, teniendo a favor de su
virulenta causa los graves problemas socio económicos que ellos mismos han
creado a su paso por el poder público.
El centro de esa izquierda y de esa derecha no está del
todo exento de responsabilidad, puesto que de una u otra forma ha participado
en la incubación de la problemática que hoy nos aqueja de manera tan aguda.
Enrique Peña Nieto, el mejor posicionado, es el único que
afirma que él reconocerá el triunfo de quien gane estas elecciones, y laborará
en torno del vencedor, exhortando a la unidad nacional, invitando a todos los
demás contendientes a que hagan lo mismo.
Gabriel Quadri, el último de la fila, se ha unido en
forma explícita a tan necesaria actitud.
En cambio Josefina, pero sobre todo López Obrador, son
sembradores de violencia contra Peña Nieto. Ambos rijosos, a su manera, han
armado cruzadas virulentas y ponzoñosas en su contra.
Como ejemplo de lo anterior tenemos el proceder agresivo
e intolerante de algunos miembros de la Universidad Iberoamericana en contra
del PRI y Enrique Peña Nieto, portando símbolos del PRD, y avergonzando a
muchos integrantes de esa universidad que reprueban a la intransigencia y al
sectarismo.
Ante eso, Peña Nieto ha sido tolerante, sereno, escuchando
con respeto, contestando con soltura, precisión, y razonamiento, lo que a su
juicio considero necesario y prudente. Pero una actitud así parece poner más
nerviosos y violentos a sus adversarios electorales.
Y la violencia, aunque resulta una constante histórica en
México, de emblemático reconocimiento en ciertas etapas de nuestra vida
nacional, en nada nos ayudaría a los mexicanos en este tiempo, más cuando todos
estamos observando que está motivada por fuerzas poderosas que provienen de los
Estados Unidos de América.
Aunque para el tabasqueño la única fuente de la violencia
"es el actual régimen de corrupción... y de
ganar la elección tendré la capacidad de resolverlo pronto", existen
múltiples y variadas causas de la violencia que padecemos, y él no puede
resolverlas pronto, sino que su remoto triunfo las activaría irremediablemente.
En derredor de Andrés Manuel hay
gente valiosa, pero también hay personas muy deshonestas, y con ellas
proseguiría la corrupción, pero, claro, en amarillo y de manera amorosa.