lunes, 30 de agosto de 2010

LIBRO DE LOS CÓDIGOS

Antonio Florentino Mercado
LIBRO DE LOS CÓDIGOS

En nuestro planeta hay más muertos que vivos. Simplemente con el paso de los años, fallecida la actual generación, habrá seis mil cuatrocientos millones más de seres humanos en deceso, que su sumarán a los millones de millones de muertos existentes; y, curiosamente, cada ser humano no puede retener, en su memoria a largo plazo, más allá de quinientas personas con sus datos generales.
Consideré lo anterior cuando recibí la grata visita de Ma. Eva López Ramos y de José Herrera Peña, quienes me explicaron, emocionados, la cristalización de su viejo proyecto: reeditar la obra de uno de los distinguidos abogados michoacanos del siglo XIX: Libro de los códigos, prenociones sintéticas de codificación romana, canónica, española y mexicana, de Antonio Florentino Mercado.
Por la invitación que me hicieron, de escribir algo sobre esa obra y su autor, pensé que en mi saturada memoria, y cada vez más sobretrabajada, iba a tener que hacerle un espacio a este jurista, a quien, a ciencia cierta, no se sabe si fue expósito o hijo de familia conocida, no se conoce con exactitud dónde nació y en qué día murió, ni a qué hora cumplió con esos dos importantes quehaceres. Al menos los datos que ofrece Aristeo Mercado Salto, Jesús Romero Flores, Mariano de Jesús Torres, Jaime del Arenal Fenochio, José Herrera Peña, Marta Morineau Iduarte, y Leopoldo López Valencia, nos ofrecen diferencias al respecto.
Sin embargo, es cierto que vivió en las primeras siete décadas del siglo XIX, y hasta octubre de 1865, independientemente de que haya nacido en Valladolid, en Uruapan, en Los Reyes, o en La Piedad; como también contamos con la certidumbre de su desarrollo ideológico, de haberse iniciado como conservador y haber concluido como liberal.
De haber realizado toda una carrera jurídica y política que tuvo por base sus estudios en el Seminario Tridentino de Morelia, en donde fueron sus compañeros de generación gente tan destacada, y tan disímbola, como Melchor Ocampo, Clemente de Jesús Munguía, Ignacio Aguilar y Marocho, y Pelagio Antonio Labastida.
Sus pasos principales en esa carrera fue la de Juez de Letras, y Magistrado, en Michoacán, maestro en el Colegio de San Nicolás, y fue nombrado gobernador del Estado sin haber tomado posesión del cargo, pues un inmediato cambio de nombramiento a favor del general José de Ugarte lo dejó sin ese puesto. Laboró como miembro del Consejo de Estado en 1854 dentro de la Presidencia de Antonio López de Santa Anna. Fue Magistrado del Tribunal Superior de Justicia del Distrito de México, después Ministro Supernumerario de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, para lograr posteriormente ser numerario.
Este Libro de los códigos es el resultado del riguroso estudio y ejercicio de un jurista que tuvo paciencia, método, y talento, para ir acumulando la información de su experiencia, y este material jurídico lo entregó, primero, a su hijo Manuel, quien se iniciaba en los estudios del Derecho, después lo prodigó a los amigos de su hijo en la carrera de Jurisprudencia, para después buscar se publicara como libro de texto, siguiendo los alentadores consejos de algunos de sus amigos Abogados.
La primera edición está fechada en 1857, y según el Prólogo firmado por A. Florentino Mercado, en México, el 1º de septiembre de 1857, cien ejemplares los pagó el Presidente Ignacio Comonfort, cien ejemplares el “Gobernador de Guadalajara” Anastasio Parrodi, y “veinte y tantos” el gobernador de Guanajuato Manuel Doblado. Hoy, esperamos que el meritorio esfuerzo de mi amigo José Herrera Peña logre varios miles de ejemplares que puedan circular y ser leídos, por cuanto mexicano quiera asomarse a una parte de nuestras raíces.