lunes, 23 de agosto de 2010

FESTEJAR NO ES GASTAR

Algo para el Bicentenario
FESTEJAR NO ES GASTAR

El artículo de Jacobo Zabludovsky, titulado Cancele, Don Felipe, y publicado el mes de julio próximo anterior en El Universal, fue leído por mí porque más de diez amistades me lo enviaron al través de correo electrónico, calificándolo de excelente.
En esencia, ese ameritado periodista nos describe con su atractivo estilo como el gobierno mexicano “en medio del desbarajuste prepara los eventos más disparatados y costosos dizque para celebrar las fechas patrias”.
Nos informa Jacobo que sólo en mojigangas nuestras autoridades erogaran del erario la cantidad exacta, sin licitación cual ninguna, de $2,971.000.000.00 dos mil novecientos setenta y un millones de pesos. De ser cierto esto, frente a un pueblo desempleado y en la pobreza, es tan grotesco como inaudito.
Cerca de un mes después de esa denuncia, y de esa petición al Presidente Felipe Calderón Hinojosa para que cancelara los dispendios, el secretario de Educación Pública Alfonso Lujambio Irazábal pronunció un discurso como coordinador de estos carísimos festejos, en donde fundamentalmente manifestó que “festejar el bicentenario no es un desperdicio… Desperdicio sería no festejar durante el año 2010 el Bicentenario de nuestra Independencia, omisión que nos reclamarían las próximas generaciones… ante ello se revela todo un estado de ánimo, a veces una mezquindad entre los mexicanos, pero la mayoría aplastante estamos convencidos que tenemos mucho que festejar… nuestro ser, nuestra cultura”.
Todo eso lo externó ante la presencia de su invitado especial, el embajador de los Estados Unidos de América en México, Carlos Pascual, frente a quien agregó: “este 15 de septiembre vayamos a una fiesta, a una gran fiesta que nunca olviden nuestros hijos”.
Curiosamente casi repitió una frase del Presidente Porfirio Díaz Mori sobre el Centenario de la Independencia de México en 1910: “Estas fiestas nunca las olvidarán nuestros hijos, y las generaciones por venir”. Y fue cierto, nunca las hemos olvidado, pues fueron gotas que derramaron un vaso que terminó reventando.
En realidad, el planteamiento de Zabludovsky parece que no lo entendió el gobierno, o lo deformó el secretario Lujambio por un interés oculto y no confeso. De lo que se trata es de festejar en grande el Bicentenario de la Independencia de México en relación a España, pero sin gastar en mojigangas cerca de tres mil millones de pesos, o en gastos absurdos similares, y sin licitarlos legalmente.
La mezquindad tiene muchas conceptualizaciones, al igual que variadas formas de manifestarse: pobre, necesitado, falto de lo necesario; avaro, tacaño; pequeño, escaso, miserable; falto de generosidad y de sentimientos nobles; una verruga que sale por lo general en las manos. Y la generosidad y los sentimientos nobles se perciben en los que no derrochan el dinero ajeno, en aquellos que no gastan el presupuesto público en mojigangas de 3 mil millones de pesos, o en erogaciones escandalosas sin utilidad para el pueblo.
Lo que deseamos la mayoría de los mexicanos es festejar al nivel de nuestras posibilidades; y nuestro ánimo está desde ahora enardecido y enhiesto para seguir luchando por nuestra Independencia en contra de cualquier país que haya ocupada el sitio de la Corona Española en este siglo XXI, entendiendo que la independencia es inseparable de la libertad, del empleo pleno, de la sana distribución de la riqueza, de la seguridad pública, y de la justicia.
Que no se preocupe el secretario Alonso Lujambio por el supuesto desánimo del pueblo, ya que el único con razón preocupado es el pueblo, por los desaciertos del gobierno.