miércoles, 28 de enero de 2015

Un tema humano
LA GUERRA Y LA PAZ
        Sigmund Freud, (1856-1939) médico neurólogo austriaco padre del psicoanálisis, viajó a Berlín para recibir al Año Nuevo 1927, ahí conoció a Albert Einstein, (1879-1955) el científico alemán más reconocido del siglo XX; ambos de ascendencia judía.
        Freud tenía para ese entonces 70 años de edad, sufría un cáncer de boca y estaba sordo de un oído; Einstein, en cambio, andaba en sus 47 años, confrontándose con su hijo Eduard en torno a la psiquiatría y en relación al vínculo padre y vástago.
        Einstein no le tuvo confianza a Freud para platicarle respecto al problema psíquico de Eduard; mientras que Freud escribiría a su amigo Sandor Ferenczi: "Einstein sabe tanto de psicología como yo de física".
        Pero una organización denominada Instituto de Cooperación Intelectual, en 1932, invitó a Einstein a intercambiar misivas, con un pensador elegido por él, sobre el tema de "la guerra" y, concomitantemente, sobre la paz.
        Albert eligió a Sigmund Freud, y así se produjo un intercambio de cartas entre los dos símbolos intelectuales pacifistas de esa época. Einstein mostraba sus dudas en torno a cómo eliminar la guerra e, ingenua y optimistamente, planteaba como fin feliz que el mundo se constituyera en una sola nación. Freud explicó su teoría de los instintos, y con un dejo de pesimismo analizaba a la guerra y a la paz como producto de la naturaleza del hombre.
        La pareja de pensadores llegó a la conclusión de que aquel intercambio epistolar no iba a producir nada útil, ni siquiera les llevaría a ser merecedores del Premio Nobel de la Paz, y de esta forma dejaron de escribirse, dejando su huella sobre el tema.
        Antes que ellos, León Tostói, (1828-1910) escritor ruso que nos heredó obras maestras enclavadas ya en la literatura universal, fue autor de La guerra y la Paz, novela que nos relata con todo encanto el ambiente ruso de los primeros años del siglo XIX, con sus mansiones y sus pocilgas, sus riqueza y sus miserias, lo intrincado de su política, su amor, sus esperanzas, sus pasiones, sus abundantes personajes y la forma que entrelazan sus destinos. Todo esto llevando como paisaje histórico la guerra napoleónica en aquellas tierras de los más crueles inviernos.
        México no ha sido ajeno a la guerra ni a la paz. El mexicano como todo ser humano lleva a ambas en su naturaleza y en su cultura. Tenemos una zona reptílica de tendencias agresivas en nuestro cerebro, la famosa zona R; empero, también dentro de nuestro sistema nervioso encontramos zonas de desarrollo cultural que cubren, constriñen, y también orientan, a nuestros instintos animales.
        Con talento y significada organización cultural debemos encauzar la eficaz fuerza de nuestros instintos bestiales en la lucha en contra de la baja productividad, del desempleo, de la pésima distribución de la riqueza, de las fallas educativas, de los problemas de salud pública, entre otros quehaceres inminentes.
        Guerra y Paz, tema humano.