Reducir el gasto
público
¡QUE SEA EN LO
ELECTORAL!
Luis Videgaray Caso, secretario de
Hacienda y Crédito Público de México, dejó muy en claro hace algunos días que
"...si los ingresos públicos del país disminuyen, se reducirá el gasto
público, pero no se aumentarán los impuestos ni se crearán otros nuevos... ni
el gobierno federal pedirá prestamos ni compensará ese boquete con mayor
déficit... No habrá más incrementos en los precios de las gasolinas ni en las
tarifas eléctricas ni el público consumidor pagará más en las largas distancias
telefónicas... Que no quepa duda, el gobierno del Presidente Enrique Peña Nieto
se mantendrá por este camino..."
Las anteriores disposiciones son
alentadoras, en principio, ya que si se reduce el gasto público, depende en qué
sectores se reduzca, y de qué monto vaya a ser la reducción.
No es tan simple reducir el gasto
público; por ejemplo, en materia educativa, con o sin disminución de ingresos
públicos, debe frenarse el derroche al gastar
so pretexto de la educación, para invertir bien y mucho en educación.
Lo mismo en salud pública, y en todas
las áreas, debemos aplicarnos para ofrecer a la población calidad y, con ello,
cantidad, para dar cobertura universal pertinente.
El primer acreedor del gobierno es el
gobernado que requiere de servicios de calidad; mientras que éste tiene el
deber de aportar las contribuciones suficientes, en impuestos y derechos, para
sufragar esos servicios.
Y las autoridades que representan al
gobierno, y éste al estado, tienen que administrar bien y honradamente esos
recursos para que, junto con los productos, aprovechamientos y donaciones, que
se obtengan, se pueda generar la atmósfera de seguridad, productividad y
bienestar, que nos es necesaria.
Si de algún sector puede recortarse el
gasto público, con el aplauso generalizado de la sociedad, es en lo electoral.
¡No hay duda en ello!
Los cientos de miles de millones de
pesos que se mal gastan en actividades electorales, que deberían ser gratuitas
y de alto sentido cívico, deben ser encauzados a actividades productivas o a
satisfacción de necesidades colectivas debidamente justificadas.
Los propósitos y los caminos de la democracia
no deben confundirse con la inútil erogación en basura publicitaria, la que nos
ofende agresiva y grotescamente.
Por otra parte, con talento y decisión
el gobierno tiene como deber el lograr que los ingresos públicos del país no
disminuyan. La reducción de los precios del petróleo está inducida y programada
por la OPEP y los EU, y dirigida fundamentalmente en contra de Rusia y
Venezuela, confronta en donde México ha quedado atrampado como un tercero ajeno
a esa discordia.
El gobierno del Presidente Enrique Peña
Nieto debe sortear, en interés del pueblo de México, económica y
diplomáticamente, a esa guerra petrolera que se encuentra llena de filos
peligrosos que pueden conducirnos a una debacle mundial.
Ahora, más que nunca, tenemos que buscar
soluciones económicas que nos permitan fortalecernos realmente, sin sueños que
nos confunden por carecer de sustento.