jueves, 22 de enero de 2015

Caso, Lombardo y Zamora
UNA GRAN POLÉMICA, EN SU TIEMPO
        Mi padre, Jesús Aguilar Ferreira, un abogado de provincia y maestro de instituciones de enseñanza superior, o superable, como solía agregar, fue leal seguidor de la polémica sostenida, tanto oral pero sobre todo escrita, por el reconocido filósofo Antonio Caso Andrade (1883-1946), Vicente Lombardo Toledano (1894-1968), quien para ese entonces era director de la Preparatoria de San Ildefonso, y Francisco Zamora, quien el olvido parece haber devorado sus datos personales.
        En la biblioteca paterna aún se conservan los recortes puntuales que mi padre hacía de los artículos de El Universal y Excélsior, periódicos que abrieron sus páginas a los polemistas citados. Releímos varias veces esas láminas requemadas por la luz y el tiempo, de un café claro, conservando, rebelde al deterioro, lo escrito por los dos pensadores de inspiración marxista, y el de compromiso católico.
        Solía argumentar mi progenitor que si estaban aquellos recortes medios requemados, era porque "siguen echando chispas las plumas desenvainadas de esa gente de primera".
        Aquellas polémicas inolvidables, a decir verdad, casi han quedado olvidadas. Levantaron una gran polvareda en su tiempo, ocasionaron publicaciones hasta los años sesentas del siglo XX, despertando enconos, tomas de la UNAM, caída de autoridades, de directores y un Rector, en donde asomó su fuerza el fascismo católico de aquellos tiempos.
        Pero, independientemente de todo ello, el pensamiento de tres mexicanos quedó impreso. Digno de encomio es el que la Masonería Filosófica de Michoacán, el Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales Vicente Lombardo Toledano, y la Asociación Francisco J. Múgica, en el año 2008 imprimiera una edición en el Fondo Editorial Morevallado, al escrupuloso cuidado de dos intelectuales michoacanos: Guillermo Morfín García y Martín Tavira Urióstegui.
        La presentación del libro por parte de Guillermo Morfín es clara y objetiva; y los prólogos y explicaciones que escribió Juan Hernández Luna, para esta edición del libro, son de especial calidad académica.
        Pero todo eso se inició con el Primer Congreso de Universitarios Mexicanos, el que tuvo lugar en la UNAM del 7 al 14 de septiembre del 1933, y en donde se concluyó: "Las universidades tienen el deber de orientar el pensamiento de la Nación Mexicana... con el principio de identidad esencial de los diversos fenómenos de la naturaleza... entendiendo la historia como la evolución de las instituciones sociales, dando preferencia al hecho económico... y con una ética, como valoración de vida... para dar lugar a una sociedad sin clases, basada en posibilidades económicas y culturales semejantes para todos los hombres..."
        Estando la mayoría de los congresistas de acuerdo en lo anterior, y sus consecuencias prácticas, Antonio Caso se levantó para oponerse, dando sus razones. Ahí comenzó la polémica, hasta concluir casi dos años después.
        Los temas a discusión se expandieron de la educación a la economía, a la ética, al derecho, a la ciencia, a la filosofía, y a cuanta materia se les cruzó al paso de los conceptos.