¡Llegamos al límite!
PONGAMOS UN HASTA
AQUÍ
"¿Y cómo hacer entender que el
tiempo se agota y ha llegado la hora de corregir errores?"
Esa interrogante la formula Beatriz
Pagés al final de su más reciente editorial, pero el concepto contenido en esa
pregunta se encuentra en el cerebro y los labios de decenas de millones de
mexicanos, como un entresijo colectivo ardiente que nos urge lo reciba, analice
y atienda, el Presidente Enrique Peña Nieto.
El sistema mexicano sigue siendo
presidencialista. Nuestra última instancia gubernativa lo es el Presidente de
México, y él debe estar a la altura de esa responsabilidad.
¡Ya basta! No más mentiras, no más
corrupción, no más pobreza ni desempleo; no más un gobierno sin pueblo ni un
pueblo sin gobierno; no más un poder público que no pueda, y que, para colmo, obedezca
a fuerzas privadas; no más simulaciones ni estafas políticas.
Todos entendemos que no hay varitas
mágicas ni palabras prodigiosas que, en segundos, terminen con nuestros males.
Pero sí vemos cuando hay decisión, y se inicia un proceso de cambio para bien
de todos.
Hemos llegado a tal límite, que gente
con buena intención, pero con ingenuidad, piensa que debe refundarse México,
cuando una nación sólo puede fundarse una sola vez.
Sin embargo, a México, lo podemos
cambiar de muchas maneras, siendo lo lógico que el líder de esa transformación
sea el Presidente de la República, salvo que él no quiera o no pueda, o
considere que no debe.
Lo menos costoso para los mexicanos es
que quien reoriente y lideré esos auténticos cambios sea en Presidente Peña
Nieto.
Lamentablemente las reformas realizadas,
en sus estructuras y procedimientos, no son un auténtico anhelo nacional. Su
propósito o meta trascendente pudiera ser la correcta. Por ejemplo, todos
deseamos que la educación sea de calidad, y claro que también de cantidad;
pero, ni las reformas constitucionales ni las reglamentarias ni las tácticas
utilizadas han sido las pertinentes.
Los pactos políticos deben tener amplios
consensos sociales, ya que dichas alianzas no pueden hacerse exclusivamente
entre compadres ni socios ni cómplices ni amigos ni menos entre partidos
políticos que no representan a nadie.
Pero para construir esas aquiescencias colectivas
se necesita de grupos operadores ágiles que quieran a México, y no que vayan
sólo por la paga económica o política.
No podemos hacer una paz sólida, estable
y duradera, si no ordenamos nuestras finanzas. Con mexicanos experimentados que
quieran mucho al país, a su gente, y que conozcan la realidad económica de
México.
Obsérvese en qué mal momento se hizo
nuestra reforma energética, cuando el petróleo nos da la espalda por órdenes de
los poderosos, y su precio lo desploman a más de la mitad. Las reformas
operadas abrieron nuestra puerta petrolera a un huracán programado para hacer
daño.
Póngase un hasta aquí, a todo eso. El
pueblo de México y el Presidente de la República tienen la palabra, y la
acción.