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RESOLVER LOS
PROBLEMAS A BALAZOS
Lo mejor de nosotros, según creencia de
la mayoría de los mexicanos, se sintetiza históricamente en las tres etapas que
ponderamos en nuestras manifestaciones culturales: Independencia, Reforma, y
Revolución.
Para colmo de nuestro error,
interpretamos a esos tres respetables movimientos en su etapa inicial de lucha
armada; es decir, lo mejor es cuando comienzan los balazos, cuando se presentan
los valientes en franca oposición a las fuerzas armadas del gobierno
constituido, cuando los mexicanos se matan entre sí, cuando iniciamos la
resolución de problemas asesinando a nuestros enemigos.
Valoro mucho a quien con su inteligente
osadía, e intrepidez talentosa, inician un movimiento de guerra necesaria en
contra de poderosos que, siendo gobierno, ya han agotado sus posibilidades de
servicio, y se aferran a seguir saqueando al erario que pertenece a la
población.
Así, rendimos honor a la generación de
Hidalgo, Juárez, y Madero, a sus predecesores y a quienes con violencia
inevitable dieron desarrollo a esos ideales.
Empero, en México también tenemos héroes
de la paz, tan dignos y llenos de decoro como nuestros héroes de la guerra; de
éstos, suele la memoria histórica omitir sus actos humanos y cotidianos, y
exclusivamente recordar sus momentos épicos.
Sin embargo, Hidalgo, Juárez, y Madero,
como todos sus seguidores con reconocida celebridad, tuvieron sus pasiones, sus
deslices, sus fogosidades amorosas, sus equívocos, ya que todos fueron humanos,
pero siéndolo, acometieron actos trascendentes en beneficio del desarrollo de
nuestro país.
Ahora, no debemos auto entramparnos con
la gratitud exclusiva a esos protagonistas de la guerra, sino urge aquilatar a
quienes en la paz, y con ella, han auxiliado a dar solución a muchos de nuestros
problemas, logrando así desarrollo social, reconociendo que también en ellos
subsistió la condición humana con todos sus pros y contras, virtudes y vicios.
Establecido lo anterior, recordaré que
el 25 de enero del 1935, hace 80 años, el maestro Antonio Caso publicó en el
periódico El Universal, un artículo bajo el título de La Filosofía Jurídica y
el Materialismo Histórico, en donde, entre muchas afirmaciones ciertas o no,
externó una regla epistemológica de especial valor: "Nada puede ser objeto
de conocimiento sin ser respetado en su integridad".
Ese artículo de Caso fue uno de tantos
que se entrecruzaron, en franco combate académico, pero en paz, con Vicente
Lombardo Toledano y Francisco Zamora, también dos intelectuales mexicanos.
Éstos abanderaron la educación socialista para el México de aquel entonces,
aquél se opuso a ella. Llenos de conceptos hirientes, profundos, mordaces,
ingeniosos, desde el 1933 al 1935, esgrimieron su expresión escrita y oral,
para convencer con ideas e ideales.
Los tres mexicanos de bien, de paz,
inteligentes, de pensamientos opuestos, los observo como arquetipos de actos de
heroicidad cultural, educativa, y de aportación pacífica. No así algunos de sus
seguidores que en esa época ejercieron violencia, descalificada por los
polemistas.
¡Honor a ellos!, que son y seguirán
siendo aleccionadores motivos de recuerdo.