miércoles, 7 de enero de 2015

H. G. Wells
LOS OJOS DE DAVIDSON
        Herbert George Wells (1866-1946) fue un escritor británico que, preparado científica y filosóficamente, le dio por escribir novelas de ciencia ficción, sin buscar la perfección lingüística.
        Con toda claridad supo externar su posición personal frente a uno de los atributos de la estética: "Yo hago honradamente lo que puedo por evitar repeticiones en mi prosa, y realizo cosas así en mi leguaje escrito, pero sin más, no tengo ningún interés en escribir por la exclusiva belleza del lenguaje".
        ¡Vamos!, Wells lo que más apreció fue la sustancia del decir, y no la forma de expresarse. Esto lo condujo a ampliar sus horizontes, y a fijarlos distantes, buscando otear el futuro del Hombre.
        En ese avizoramiento llegó a imaginar que los seres humanos, algún día, estarían viendo con sus propios ojos paisajes y acciones que estuvieran aconteciendo a decenas de miles de kilómetros del sitio en donde su cuerpo se encontraba.
        Describió lo anterior en una narración titulada EL EXTRAORDINARIO CASO DE LOS OJOS DE DAVIDSON; cuento, éste, que se editó por primera vez en 1895, cuando ni por asomo había lo que hoy denominamos la televisión, con los televisores, los televidentes, y todo el equipo humano y técnico que ha hecho posible el desarrollo de este medio masivo de comunicación, incluso, como instrumento eficaz de poder, y no para bien.
        Wells lo presenta como su testimonio sobre un hecho acaecido en el espacioso laboratorio de la Escuela Politécnica de Harlow, situada entre Cambridge y Londres, en la Gran Bretaña.
        Ahí su despacho era vecino al laboratorio del imaginario investigador Sidney Davidson, quien en un proceso de pesquisa científica provocó ruidos tan estridentes como las explosiones, quedando alterado de sus ojos por meses, los que veían paisajes y conductas humanas en las islas de los mares del sur, mientras su cuerpo y el resto de sus sentidos seguían estando en Inglaterra.
        Su experiencia era increíble, y sólo fue comprobable plenamente, en su veracidad, cuando el teniente Atkins de la Armada Real visita Harlow y habla públicamente de sus experiencias y aventuras en aquellas tierras cercanas a la Antártida, las que con toda exactitud iban coincidiendo con lo visto desde muy lejos por los ojos afectados de Davidson.
        Pero ese cuento de Wells es acompañado por sus reflexiones, motivadas por sus inquietudes en el campo de la ciencia ficción: "... uno sueña en el futuro de las más curiosas posibilidades de intercomunicación, con pasar cinco minutos a intervalos regulares en el otro lado del mundo... es posible vivir visualmente en una parte del mundo, mientras el cuerpo de uno vive físicamente en otra."
        Obvio que todos los científicos que soñaron con eso, y que llevaron a cabo varios experimentos, por lo general con animales, han de haber dejado ciegos o afectados a varios perros, primates, y a otros compañeros nuestros del reino zoológico, antes de que el hombre padeciera, y gozara, de la TV.