Sociedades
envejecidas
HARÁN SUS
REVOLUCIONES
Quienes hasta ahora han aportado el recurso
humano para las revoluciones son los jóvenes. "Ser joven y no ser
revolucionario es ir en contra de la naturaleza". Este es un concepto
reiterativo, reformulado en cada etapa histórica de la Humanidad.
Sin embargo, cada día los países tienen
menos jóvenes y, en cambio, aumentan los viejos; y éstos serán los que tengan a
su cargo las revoluciones futuras.
Salvo que tengan razón quienes
consideran que la gente de edad, por su propia ancianidad, no provocará ya
ninguna revolución.
Por mi parte considero que la senectud
futura va a ser sujeto activo en las etapas violentas que generen las urgencias
de cambio del porvenir, dando a sus movimientos las características de sus
edades.
En Europa empiezan a notarse las
tendencias ideológicas de las poblaciones que mayoritariamente son de edades
avanzadas. En ellas el sistema capitalista ha superado al socialista; el
liberalismo de mercado ha desbancado, hasta el momento, a la socialdemocracia.
Es claro, también, que ese fenómeno lo
producen otros factores, aparte del de la edad de los ciudadanos. La comunidad
de los países homogeneizados por una Alemania poderosa, y otras naciones
fuertes, es otro motivo. Los iniciales y acelerados desarrollos económicos de
los países que han ingresado a esa comunidad, provocándoles expectativas que
declinan cuando tienen que pagar sus deudas, lo que los conduce a una
austeridad de espíritu conservador.
A ello hay que sumar la caída, a finales
del siglo XX, de ese socialismo artificioso que vivió la mayoría de los pueblos
de la Europa Oriental en virtud del triunfo del ejército soviético sobre la
Alemania nazi en 1945.
También ayuda a esa derrota del
socialismo el hecho de que sus conceptos no se han actualizado, quedando sus
principios teóricos desfasados de una realidad que rápidamente está cambiando
día con día.
La idea de que se redistribuya la
riqueza, como una nota aislada, sin pentagrama, inasible y sola, ya no hechiza
a ningún electorado. Este pensamiento para que convenza debe ir conformado con
la responsabilidad de los trabajadores para producir cada vez con mayor
calidad, con alta tecnología que organicen como propia, para que no se provoque
desempleo, sino un reacomodo inteligente de la mano de obra.
En la actualidad, hablar de izquierdas,
derechas y centros, carece de sentido, por la inexistencia de características
válidas que las distingan ante una población confundida y horrorizada por la
podredumbre que pulula de un extremo geométrico a otro sin ningún rubor ni
vergüenza. Habiendo, eso sí, en las tres posiciones muy poca gente congruente,
honesta, trabajadora, capaz, y con un cierto sentido de servicio hacia los
otros.
Las llamadas izquierdas tienen el
síndrome de asfixiar al crecimiento económico; en cambio, las llamadas derechas
ahorcan por inercia toda redistribución de la riqueza a favor de las partes
débiles. Mientras los llamados centros, sin ninguna firmeza, coquetean
cínicamente con ambos extremos.
El futuro es de las sociedades con
viejillos revoltosos.