jueves, 26 de septiembre de 2013

Todos a Favor DE LOS TRABAJADORES DE MÉXICO

        Si hay que reformar o adicionar al artículo 123 de nuestra Carta Magna, y a sus leyes reglamentarias, debe ser a favor de los trabajadores de México, y de la clase social que constituyen.
        El mejor recurso humano que nuestro país tiene es el constituido por sus obreros, lo mismo el que es expulsado al exterior como bracero, que quienes se quedan en nuestro territorio para generar los bienes y servicios que aquí se producen.
        Es cierto que el capitalismo requiere de capitalistas; empero, jamás sería concebible una empresa, una oficina, una industria, un rancho, una huerta, un comercio, un hospital, un despacho, un consultorio, sin trabajadores.
        La mano de obra, junto con el talento, la imaginación y la inteligencia, de la clase trabajadora, es lo fundamental para la producción. El capital, sólo, no produce ni medio centavo, salvo la deformación que hace el sistema capitalista, que se inició como revolucionario para acabar con el feudalismo, pero que ahora, vetusto y contradictorio, es simplemente explotador, protervo y avieso.
        En 1917 el trabajador tenía como negrero a su patrón individualizado, salvo meritorias excepciones, las que no abundan, pero existen. En contra de esa explotación, el constituyente aprobó la protección a los obreros.
        Hoy, en 2013, el obrero está sobajado por un patrón que puede no tener ni rostro ni nombre, sólo es una transnacional o una sociedad mercantil deshumanizada. Soporta, también, el abuso de líderes sindicales. Vive, a la vez, en un medio hostil, tanto por una mala seguridad social, una policía amenazante, una economía brutal que día a día le reduce su capacidad adquisitiva, gobiernos en no pocas ocasiones adverso, y una educación pública de dudosa calidad que no alcanza para sus hijos. Todo este mazacote oscuro genera partes luminosas notables, que se van reduciendo desgraciadamente.
        Esas afectaciones a la clase trabajadora, y a sus integrantes, no únicamente les viene de la política interna mexicana, sino de las determinaciones de transnacionales poderosas, amparadas por el gobierno de los Estados Unidos de América, quienes ejercen su imperialismo económico a través de instituciones internacionales que manejan globalizadamente las finanzas, fondo monetario, mercados, bolsas de valores, y el flujo de todo tipo de recursos.
        Pero dentro de esta mundialización, México tiene que defender a sus obreros, como lo vienen haciendo muchos gobiernos de naciones desarrolladas.
        El derecho de los trabajadores no puede asesinarlo nadie. Sería muy idiota el patrón que pretenda tal tontería. Quien lo haga, se suicida.
        Cualquier modificación constitucional o legal, en materia laboral, que no conduzca a que los obreros tengan mayor ingreso, mejores prestaciones de todo tipo, superior calidad de vida para ellos y su familia, no debe aprobarse nunca.
        Son superiores los trabajadores mexicanos a los noruegos, a los estadunidenses, a los suecos, a los canadienses, lo que es superior en aquellos países son sus formas de organización; por ello, los mexicanos en el extranjero son calificados como altamente productivos.