miércoles, 18 de septiembre de 2013

Aristocracia del dinero NO SIRVE COMO BASE DE INSTITUCIONES

       Uno de los grandes aportes de la Revolución Mexicana de 1910 fue la de instaurar en nuestro país, como base de su sistema, la movilidad socioeconómica de la población.
        Los ricos de hoy son los pobres del mañana; es decir, en la escalera económica hay movimiento, movilidad social. Cualquier pobre puede aspirar, con posibilidades, a capitalizarse económicamente.
        Existen naciones y tiempos en donde quien nace pobre muere pobre, y quienes adviniendo al mundo en familia rica mueren siendo ricos. En estas épocas y pueblos no existe movilidad socioeconómica cual ninguna.
        Entre los extremos, en esa materia, pueden verse infinitud de graduaciones; o sea, entre la velocísima movilidad y la movilidad no percibida por su enorme lentitud existen multitud de escalones. Agreguemos a lo anterior la relatividad con la que operan los conceptos "ricos" y "pobres", en nuestra vida cotidiana y dialéctica.
        En 1856 el liberal Ponciano Arriaga externaba ante el Congreso Constituyente las primicias de un socialismo mexicano: "... debemos corregir para que pueblos y ciudadanos laboriosos no estén condenados a ser meros instrumentos de producción en provecho exclusivo del capitalista... no podemos fundar un sistema de gobierno en la aristocracia del dinero..."
        Hoy, de otra manera, se vuelve a expresar esa idea a través del talento de la periodista Beatriz Pagés: "A nadie le conviene tener un país donde -según la revista Forbes- sólo 15 personas poseen el 90% de las reservas internacionales contra 60 millones de pobres que no tienen esperanza de ascenso social".
        Si responsable y culturalmente se observa este asunto, se precisará que en la estructura de todo sistema socioeconómico se da un binomio formado por: 1.- La forma para organizar la producción; y, 2.- La forma de distribuir lo producido entre las fuerzas participantes en esa producción.
        Aceptemos, siempre, la forma que genere mayor calidad y cantidad de lo producido; adoptemos, invariablemente, la forma que distribuya mejor lo producido.
        Debemos de entender que, actualmente, las vías sociales con posibilidad para distribuir lo producido son la educativa, la fiscal, y la laboral; y, debido a ello, dichas vías resultan objetos de la actual política reformista.
        Así que a nadie conviene el desequilibrio que está generando el cimentar nuestras instituciones republicanas en la aristocracia del dinero, menos aún si esa nobleza monetaria es extranjera, no importar que se disfrace de charro.
        A todos nos preocupa, y agravia, el que exclusivamente decena y media de personas sean dueñas del 90% de las reservas internacionales, mientras más de la mitad de los mexicanos carece de toda esperanza de ascenso social.
        En alguna parte de nuestro proceso histórico se traicionó a esa forma humanista de organizar la movilidad socioeconómica en México, sacrificándola por un supuesto modernismo a favor de la concentración de la riqueza, esnobismo que nos conduce a una agudización de contradicciones que terminará por estallar, provocándonos altos costos para un cambio que puede conducirse módica e inteligentemente.