lunes, 23 de septiembre de 2013

¿Cómo detectar desastres? EL AGUA NO SÓLO DESTRUYE

       El paso del ciclón Ingrid y el huracán Manuel, al alimón, por parte del territorio nacional ha dejado flotando, además de muerte y destrucción, un sinnúmero de reflexiones.
        Del desastre por exceso de agua México pasa, con inmediatez, a la catástrofe de la temporada de secas. ¿Qué no hemos preparado gente capaz para retener el agua precipitada, y conducirla, a su tiempo, a los sitios de sequía?, ¿tiene que desperdiciarse la abundancia de agua pluvial, para irse al mar, por nuestra pésima organización?
        Ante esas desventuras climatológicas, ¿no hemos podido consolidar una eficaz cultura de la prevención?, no permitiendo la peligrosa deforestación, no admitiendo las construcciones en sitios riesgosos, no tolerando por ineptitud o por corrupción obras públicas o privadas mal hechas.
        Frente a estos cataclismos, ¿no contamos con reservas en dinero, alimentos, herramientas, u otros recursos materiales, para paliar los efectos nocivos de estos males?; al parecer, no hemos instruido a la población para que actúe con eficacia e inmediatez para revertir todo efecto pernicioso ni culturizado a los individuos de la sociedad para tener reacciones prontas de solidaridad ante la desgracia de los otros.
        Todos sabemos que entre mayo y octubre vivimos en territorio mexicano la temporada de huracanes. ¿Por qué no detectar y prevenir las hecatombes que éstos puedan provocarnos? ¿No habrá nadie en el poder público de nuestro país que, visualizando el horizonte predecible atine a hacer las reformas, que provocan conflictos seguros, fuera de estas temporadas de destrucciones climáticas?
        Los estragos que vive nuestro país, hoy en día, son por la convergencia de dos frentes torrenciales de carácter natural, sumados varios frentes motivados por una mala política y una pésima economía. La pregunta lógica, por ende, resulta ¿cómo es posible que los mexicanos no estemos preparados, ni nuestro gobierno, para neutralizar tragedias, restándoles los efectos siniestros, y en cambio sí, a la inversa, estemos prestos a sumar y multiplicar los conflictos que nos dividen y nos llenan de pasión?
        ¿Qué enemigos nuestros, dentro y fuera de nosotros mismos, hacen que llueva sobre mojado, vierten más petróleo al incendio, desatan ardientes y nuevos vientos, suman a los terremotos los sacudimientos sociales, avivan los odios ante las confrontas, y desean que la sangre de mexicanos no sea de charcos sino de ríos.
        De todo lo anterior hay culpables, ¡claro está!; empero, antes de buscarlos para imponerles castigo, debemos sosegarnos, superar los problemas naturales, dejar que la polvareda levantada se diluya, para poder observar los horizontes.
        Que... ¿qué sigue? Lo que la responsabilidad y la inteligencia de los mexicanos determine.
        No somos ya menores de edad. Debemos saber cómo detectar los desastres. Entendemos que el agua no sólo destruye, sino que es elemento indispensable de la vida.
        El Sistema Nacional de Protección Civil, CONAGUA, Asentamientos Humanos, entre otras dependencias, deben ser revisados con responsabilidad e inteligencia; o... ¿tenemos que esperar a nuevas tragedias?