El Presupuesto de Egresos de la
Federación, en nuestro país y por las cantidades que ahí se manejan, se ha
convertido también en algo masivo, acopio inmenso de dinero fuera de toda
dimensión humana. El gasto total de la federación para este año 2013 es de,
según lo publicado por el Diario Oficial el 27 de diciembre del 2012, 4
billones de pesos.
Cantidad que se expresa en pocas
palabras, pero que difícilmente un ser humano puede imaginar la superficie para
colocar ese dinero junto, antes de convertirlo en circulante, su volumen, su
peso, su capacidad de compra, el tiempo que nos llevaría contarla.
Dentro de ese descomunal monto monetario
se ubican varias cantidades etiquetadas para asuntos electorales, las que no son
poca cosa, ya que federalmente estamos gastando en esa materia, según lo
expreso en ese presupuesto, 23 mil millones de pesos.
Eso sólo respecto al gasto federal, ya
que habrá que sumar todo lo que las 32 entidades federativas y los 2 mil 438
gobiernos municipales erogan en elecciones; más lo que gastan, dentro o fuera
de la ley, los particulares.
Y ahora se ha vuelto a reiterar la vieja
idea de que cada elección, federal, estatal y/o municipal, debe tener una
segunda vuelta; es decir, una doble elección; o sea, hay que gastar lo doble en
materia electoral por parte de un pueblo empobrecido, sin fuentes de trabajo,
que carga los peligros de una inseguridad brutal, sufre de un alarmante
analfabetismo real y funcional, y paga centenas de miles de millones de pesos a
pretexto de la educación.
¿Quién le teme a la segunda vuelta
electoral?, ¿quién le teme a las elecciones? Le tememos a la materia electoral
todos los que la pagamos.
Más cuando no percibimos que, con ese
enorme gasto, se haya generado una mejor calidad de vida para todo mexicano.
Mi observación crítica no implica el
proponer que no haya elecciones. El pueblo de México a través de su ciudadanía
debe elegir a sus mandatarios, designar a quienes lo van a obedecer desde los
cargos públicos que se les asigne.
Pero ese proceso electivo no tiene
porque ser tan costoso, tan ineficaz, y tan dramático.
De la raíz y de los frutos de nuestras
etnias originales, así como de la mejor experiencia de nuestro mestizaje,
debemos obtener lecciones al respecto.
Claro que no somos tan ingenuos para
pensar que lograremos la perfección electiva. No, nada de eso; simplemente
resolveremos los problemas que hoy confrontan nuestros procesos electorales, y
con ello provocaremos nuevos problemas que con el tiempo se agudizarán, para
ser resueltos por nuestros sucesores.
Esa es la dialéctica de la vida, la que
debemos entender, y necesitamos saber utilizar como eficiente instrumento ante
los retos cotidianos.
El 7 de julio del 2013 irán a elecciones
14 entidades federativas del país y, otra vez, vuelta a la noria: ineficacia,
dramatismo, costos desproporcionados.