"No
aceptaremos suicidio político", dijo Andrés Manuel López Obrador el pasado
domingo en el Zócalo de la Ciudad de México, conjugando en primera persona de
plural el verbo aceptar.
¿A
cuántos prospectos a suicidas políticos se refería, y a quiénes? No señaló ni
la cantidad ni especificó los nombres de ellos. A este respecto fue omiso.
Empero,
es de suponer que lo más propio y honesto, en el caso, hubiese sido expresar
ese mismo concepto en primera persona de singular: No aceptaré suicidio
político.
Todo
individuo sensato sólo habla por sí en ese tipo de temas delicados; sin
embargo, es común que los demagogos al parlotear ante un público se abroguen el
derecho de disertar "en nombre del pueblo", careciendo de mandato
legal para hacerlo.
Claro
que Andrés Manuel se autoproclamó hace cerca de 6 años, como todos lo sabemos,
"Presidente legítimo de México", y aún no termina su sexenio ni ha
pedido licencia; y este estatus, tan sui generis como inconstitucional, acaso
le permita reelegirse.
Obvio
que lo anterior no le otorga ningún derecho a pronunciarse en nombre de todos,
por lo que el plural empleado respecto al suicidio político queda como uno más
de sus gracejos.
También
ante sus seguidores, asistentes a la Expo Fraude que organizaron muy cerca a la
sede del gobierno perredista del Distrito Federal, indicó López Obrador:
"Hay miles de pruebas que fundamentan la nulidad del proceso de elección
del Presidente de la República... todas ellas serán entregadas mañana lunes al
Tribunal Electoral". Pues... ¿no que ya había entregado todas las pruebas?
En
verdad que se enreda entre sus propias mentiras; una tras otra. Observemos que
insiste en que el "PRI compró 5 millones de votos". Así que no todos
los más de 19 millones de votos que obtuvo ese partido fueron adquiridos, no,
exclusivamente 5 millones fueron obtenidos ilícitamente en contratos de
compraventa.
Y
para que jurídicamente prosperé lo anterior, el promovente de la nulidad debe
probar la existencia de cada uno de esos 5 millones de contratos, especificando
el nombre de quién compró y de quién vendió, con el monto y las circunstancias
de tiempo, lugar y modo.
Lo
anterior no es una argucia procesal, sino una prueba básica de toda acción. Si
no fuera así, que fácil e irresponsable sería afirmar que los 14 millones de
votos del PRD y sus coaligaciones fueron comprados.
Queda
claro que lo único que aceptará Andrés Manuel es la nulidad que él solicita: la
de la elección del Presidente. Y esto constitucionalmente no es posible, en la
especie, ya que las causales que cita, no probadas, ocasionarían la nulidad de
toda la elección federal, y no sólo una de sus partes.
AMLO
afirmó: "Los magistrados tienen que pensarlo bien, porque no abandonaré
las protestas aunque se enojen mis opositores".
Así
que el fraude llamado López Obrador seguirá terco, hasta la eternidad.