Las
comunicaciones más rápidas que recibía el primer Presidente de los Estados
Unidos de América, George Washington, iban a caballo.
Hoy,
los mensajes que recibe el cuadragésimo cuarto Presidente estadunidense, Barack
Hussein Obama, transitan a la velocidad de la luz o, cuando menos, a la del
sonido.
Así
que imaginemos al Presidente Obama viajando en el Air Force One, a diez
kilómetros de altura, y a una velocidad aproximada de mil kilómetros por hora,
cómodamente sentado en su sillón reclinable de piel negra, en franca
conversación de manos libres con varios de los científicos de la NASA,
observándolos y oyéndolos en gran pantalla televisiva a color.
Después
de recibir por parte de los científicos la información del descenso en el
planeta Marte de un vehículo de exploración, Obama les responde: "Mediante
su esfuerzo, Curiosity logró tocar la superficie, y capturó el interés y la
imaginación de millones de personas... es realmente emocionante desde el punto
de vista mental lo que ustedes lograron".
Y
agregó: "Es un éxito increíble... Si llegarán a hacer contacto con los
marcianos, por favor, avísenme de inmediato. Tengo muchas otras cosas en mi
plato, pero yo sospecho que eso iría al primer lugar de la lista, incluso, si
apenas son microbios será bastante emocionante".
En
el fondo de esa forma irónica subyace una realidad. El Presidente Obama se
encuentra en una complicada campaña frente a un contrincante activo y popular
como Mitt Romney, llevando en contra a un partido republicano decidido a echar
para afuera de la Casa Blanca a una familia de color. Y hay varias etapas de
este proceso electoral, que culmina en noviembre próximo, con números en contra
del Presidente.
De
tal suerte que si de veras encuentra marcianos ese instrumento explorador,
aunque sean bacterias, virus, o microbios, Obama tendría asegurada la
reelección, tal es el estilo de esa compra de votos.
No
se olvide que la lucha electoral, allende nuestra frontera norte, en un país
que resulta el epicentro del capitalismo en el mundo, en donde todo se compra y
todo se vende, es un libre comercio que incluye al sufragio efectivo.
Compran
y venden el voto, en esa democracia capitalista, con sonrisas a la comunidad,
con abrazos y besos a la gente de la tercera edad, con caricias a los niños,
con promesas mentirosas, pero esperanzadoras, con música de banda, con chorros
de dólares, y con descensos en el planeta Marte.