Se
lanzó la segunda bomba atómica el 9 de agosto del 1945, por instrucciones del
gobierno de los Estados Unidos de América, a la población civil de Nagasaki,
Japón. El 6 de agosto de ese mismo año la primera bomba atómica había hecho sus
estragos en Hiroshima, otro pueblo japonés.
En
pocos segundos, con esos dos estallidos, EU le generó al Imperio Nipón la muerte
instantánea de cerca de 200 mil habitantes, y al mundo le causó un gran terror.
El
mensaje destructivo de esa fuerza atómica estaba dirigido al comunismo
soviético, más que al debilitado ejército japonés. Antes de esa destrucción
masiva, Italia y Alemania, los otros dos países del Eje, habían sido
derrotadas.
A
partir de esas fechas trágicas, los conceptos de paz y de guerra han cambiado
en el planeta.
Albert
Einstein (1879-1955) no trabajó directamente en la fabricación de la bomba
atómica, pero fue, sin lugar a dudas, quien sentó las bases científicas para
que éstas pudieran ser producidas.
Las
reacciones nucleares en cadena de carácter explosivas e implosivas, y la fisión
empleando uranio, se desprenden de la subyacente relación de la energía y la
masa que Einstein describió en una conocida fórmula con el auxilio de su esposa
Mileva Maric; además, seguidores de sus conocimientos e, incluso, amigos de él,
participaron, de una u otra forma, en el Proyecto Manhattan: Leó Szilárd,
Eugene Wigner, Edward Teller, Lyman Briggs, Julius
Robert Oppenheimer, entre otros.
Cuando
lanzaron la primer bomba atómica, Einstein se encontraba en su casita de campo
en Saranac Lake, en plena siesta. Helen Dukas le dio la noticia cuando bajó a
tomar el té. Ante tamaña noticia lo único que dijo fue: "¡Dios mío!".
La
influyente revista Time, en aquel entonces, al igual que otros periódicos
estadunidenses, junto con la fotografía del hongo atómico, publicitaron el
retrato de Einstein. Newsweek al dar cuenta de esos bombazos también publicó el
rostro de Einstein con el título: "El hombre que lo empezó todo".
A
partir de los lanzamientos de esas dos bombas atómicas, Einstein se mostró
inusualmente reservado. Antes de esos masivos asesinatos afirmaba que no le
gustaba la publicidad, pero la buscaba con un especial gozo interno.
Lo
que había empezado ese físico genial fue un fardo pesado para el resto de su
vida.
Meses
antes de su muerte confesó a Linus Pauling: "Quizá se me pueda perdonar,
puesto que todos creíamos que existía un elevada probabilidad de que los
alemanes estuvieran trabajando en ese problema y de que pudieran tener éxito
para emplear la bomba atómica y convertirse en la raza dominante".
Y
es que al huir Einstein de Alemania, había dejado en Berlín a un eminente
científico que en ese proyecto estaba trabajando: Werner Karl Heisenberg, Premio Nobel de Física 1932, quien
no pudo construir la bomba de agua pesada con la rapidez exigida por el
ejército alemán.