Porque
no hay ninguna libertad que no tenga límites, física, económica, y
jurídicamente. Por ejemplo, tenemos la libertad de trasladarnos personalmente a
Moscú en un minuto, a partir del Distrito Federal, pero ello físicamente no es
posible, al menos ahora. Tenemos la libertad de comprar los castillos de
Alemania, pero nuestra falta de dinero es un límite.
Así
con la libertad religiosa, no se permite aquella que, al practicarla, nos haga
cometer un delito, o generar faltas penadas por la ley. Una religión que
practique sacrificios humanos no es permitida, pues con ella cometeríamos
homicidio.
Obvio
que la libertad de creencias religiosas incluye la libertad para no creer en
ninguna; y garantizada por el artículo 24 de nuestra Constitución Federal esta
libertad, la educación en nuestro país es, y debe ser, laica, como todo el
Estado Mexicano.
Lo
anterior constituye parte substancial del renacimiento, tanto educativa, religiosa,
y políticamente. Y el renacimiento es la etapa histórica que vivimos, la que
comenzando en el siglo XV, aún no concluye su pleno desarrollo.
Polvos
y lodos de la Edad Media, y del Esclavismo, rigen aún en sociedades, y perviven
en muchos rinconcillos de las conciencias de una buen cantidad de seres
humanos. La intolerancia es uno de sus síntomas, junto con el dogmatismo. Y con
esas dos actitudes negativas observan a los problemas del mundo, y al mundo.
Pero
a los intolerantes y dogmáticos no debemos aplicarles nuestra propia
intolerancia y dogmatismo, pues seríamos iguales a ellos. Con humanismo
tolerante debemos estudiarlos, auxiliándoles positivamente en la medida de lo
posible, a superarse.
El
que Felipe Calderón Hinojosa, con su esposa e hijos, de todos mis respetos,
vaya a orar por la paz y la reconciliación en México, y tomen la hostia para
comulgar, en la Basílica de Guadalupe, y ante el Cardenal Norberto Rivera
Carrera no me molesta ni me incomoda, ya que se encuentran en el ejercicio de
su libertad de creencia y culto ceremonial.
Si
hubiese algún problema, en inicio, sería para él, como titular del Poder
Ejecutivo Federal de un Estado Laico, y en el ejercicio de sus delicadas
funciones, al haber protestado guardar y hacer guardar la Constitución Política
de los Estados Unidos Mexicanos.
Pero
el mismo problema de congruencia tendría si en lugar de ser católico fuese
protestante, o budista, o mahometano. Y siendo difícil, no es imposible:
pensar, expresarse, y actuar, conforme a su conciencia religiosa como camino
escogido para su libertad; y, pensar, expresarse, y actuar, como un
representante de un Estado Laico. Y esa es su responsabilidad y su tarea, en la
inteligencia de que, los príncipes de la paz somos todos los hombres de la
Tierra.