En
estos inviernos que comienzan, el hogar es un símbolo presente, y él inspira la
tranquilidad y la concordia. Al menos eso es lo que debemos hacer de todos y
cada uno de los hogares mexicanos.
Por
la paz y la reconciliación en México, que es nuestro gran hogar, podemos,
debemos, y queremos, luchar todos, independientemente de creencias religiosas,
o de estar ajenos a ellas. Todos deseamos la paz, la que no únicamente es
ausencia de guerra, o de violencia.
La paz
apetecida es aquella en donde haya trabajo para todos, y en donde no se permita
que nadie se apropie, para hacerse multimillonario irresponsable, de la
plusvalía de los esfuerzos laboriosos de los mexicanos.
Tenemos
que forjar una paz en donde tengamos acceso a la educación pública de calidad, laica
de verdad, y auténticamente gratuita. Curiosa y dialécticamente pagada por
nosotros, a través de nuestros impuestos, teniendo trabajo productivo y
aceptablemente remunerador.
Una
paz que nos permita desarrollarnos a todos, para resolver nuestros problemas,
comprendiendo, primero, las causas de esas dificultades.
Por
ejemplo, si con tolerancia, pero con espíritu crítico y visión científico,
analizamos lo expresado por el Cardenal Rivera sobre "la situación que
vive México, asolado por la violencia y por tantas formas de odio; la que se
debe a que como Nación nos hemos separado del camino que marca la fe
católica", tenemos que decidir si esto es cierto, o si su decir resulta un
error.
Necesitaríamos,
antes que nada, saber cuál es ese camino que marca la fe católica, no vaya a
ser que no nos conduzca ni a la paz ni a la reconciliación en México.
Sin
embargo, cualquier alto dignatario de la religión judía, o de la confusionista,
podría manifestar algo similar: "la situación que vive México, por la
violencia y el odio, se debe a que como Nación nos hemos separado del camino
que marca la fe judía", o la confusionista, o la taoísta. Incluso
cualquier partido político, o cualquier grupo
ideológico, podría tomar esa frase como propia para crear proselitismo.
Históricamente
hubo una fe católica que llevó a nuestros antepasados, mediatos e inmediatos, a
la violencia y al odio.
A
pesar de lo anterior, todos queremos la paz y la reconciliación, de hecho, y no
sólo de palabra. La tarea no es difícil, simplemente bastaría con nuestra
voluntad, programando nuestro cerebro para ello.
Nacer
con la Navidad no es tautológico, sino toda una responsabilidad. Bien puede
nacer ahora la paz y la concordia, por la vía de la reconciliación.
Por
cierto, feliz Noche Buena, y feliz Navidad, para todos.