Zarco,
Mata, Ramírez, y Ocampo, argumentaban con energía progresista para que en esa
norma jurídica fundamental se incluyeran las Leyes de Reforma que, actualizadas
por esa generación, habían iniciado José María Luis Mora y Valentín Gómez
Farías en el 1833.
Empero,
la mayoría fue convencida, pues tenía miedo de avanzar, y temor de retroceder.
El discurso reiterativo de las conciencias tranquilas fue, en esencia: "No
nos equivoquemos; la opinión de las mayorías parlamentarias no es la opinión
pública... Una mayoría de esta asamblea que declara en favor de la tolerancia
religiosa no daría por esto una ley, ni mucho menos una ley constitucional. El
país la repudiaría, y la ley quedaría sólo escrita..."
Así
que en ese congreso constituyente quedaron frenados los liberales, y esa
Constitución del 57 fue producto de los contemporizadores crónicos, los que
provocaron que México más tarde estuviera en grave riesgo, pagando mayor costo.
Sin
embargo, en esa asamblea se escuchó un discurso extraordinario, pero fuera de
aquel contexto confrontado. La lucha era entre liberales y conservadores, con
una tercera fuerza que la formaban los tanteadores del centro, más inclinados a
conservar, que ha realizar cambios liberales. Y de repente, como un rayo caído
por sorpresa, el presidente de la Comisión Constitucional, Ponciano Arriaga,
hace uso de la palabra.
Sólo
se le conoce ese discurso; y es curioso que exclusivamente por él, Ponciano
Arriaga sea una figura destacada en la historia del parlamentarismo mexicano:
"Se proclaman ideas y se olvidan las cosas... La Constitución debería ser
la ley de la tierra... ¿Hemos de practicar un gobierno popular, y hemos de tener
un pueblo hambriento, desnudo y miserable?, ¿no habría más franqueza en negar a
nuestros cuatro millones de pobres toda participación en los negocios públicos,
toda opción a los empleos públicos, todo voto activo y pasivo en las
elecciones, declararlos cosas y no personas, y fundar un sistema de gobierno en
que la aristocracia del dinero, y cuando mucho la del talento, sirviera de base
a las instituciones?..."
Y
prosiguió: "Se han desechado reformas políticas que esta comisión había
acogido... pero y las reformas sociales... es conducente definir y y fijar el
derecho de propiedad, a procurar de un modo indirecto la división de los
inmensos terrenos que se encuentran en poder de muy pocos poseedores, a
corregir los infinitos abusos que se han introducido y se practican todos los
días... la riqueza territorial y agrícola del país, estancada y reducida a
monopolios insoportables, mientras que tantos pueblos y ciudadanos laboriosos
están condenados a ser meros instrumentos pasivos de producción en provecho exclusivo
del capitalista... o a vivir en la ociosidad o en la impotencia, porque carecen
de capital para ejercer una industria..."
¡He
aquí la sombre de un socialismo temprano!