miércoles, 12 de enero de 2011

¿PROHIBIR NO EDUCA?

Alimentos Chatarra
¿PROHIBIR NO EDUCA?
            En el barrio de la Soterraña, en Morelia, era todo un espectáculo. Se llamaba José, era un joven flaco, lampiño, moreno de rostro, de nariz afilada y estatura regular, con ojos pequeños y pelo lacio. Al menos así lo recuerdo, y con dos o tres años más que yo.
            Desde temprana edad soñó con ser torero, pero la vida lo condujo por senderos opuestos. Comía como campeón, sin tener menú o plato aborrecido.
            Si eran papas fritas las engullía por kilos, si eran tortas por decenas, al igual que las tostadas. Los platos de menudo, o de pozole, sin importar el tamaño, conocieron de su glotonería.
            Fue tal la destreza que alcanzó, en eso del comer en cantidad, y con rapidez, que con los años logró más de cien kilos y dinero al ganar apuestas de montos considerables.
            Una vez, perdieron a su favor varias personas 10 mil pesos, al apostar que no se comía 10 kilos de carnitas en el término de 2 horas, y holgadamente cumplió la misión, y cargo con aquel dinero.
            Los espectadores vimos como Pepe se jactaba, mientras iba avanzando en su tarea. El comilón comenzó con un trago de cerveza, mientras se armaba el primer taco. Al paso de los minutos se llevaba con ambas manos a su boca los pedazos de las carnitas, ya sin tortilla.
            Se lamía y se relamía los labios. Tomaba su aire, y volvía a llenarse la concavidad bucal de aquella carne de cerdo, moliéndola con sus dientes pequeños pero afilados, mostrando el movimiento de triturador en sus cachetes. Y ya después de hora y media, sus orejas se le amorataban, sus ojos se le hundían más, y sus huesudas cuencas resaltaban, Todo su rostro parecía congestionado, mientras su respiración se mostraba fatigosa.
            Pero antes de las 2 horas el sartén de las carnitas estaba vacío. Otra vez nuestro vecino José había ganado, al menos en la inmediatez, porque a temprana edad Pepe murió en la raya de sus supuestas productivas competencias.
            Desde pequeño, en su casa, nadie le prohibió esa conducta; en el barrio, nadie le prohibió esas acciones; en la escuela, nadie le prohibió esas competencias de glotonería; tampoco en su trabajo le prohibieron esas costumbres. Muy por el contrario, vivió en una sociedad torpe y maligna que lo incitaba y le daba estímulo para aquel inhumano quehacer.
            Dibujo con palabras esa estampa real, de la que fui testigo al inicio de la segunda mitad del siglo XX, como una respuesta a lo que la Secretaría de Educación Pública y la Secretaría de Salud acaban de externar sobre el que “… no podemos actuar contra alimentos chatarra… no se puede regular su venta… no somos fiscalizadores, somos educadores… Prohibir no educa… no podemos desaparecer todos esos productos de las escuelas ni desaparecerlos del comercio al derredor de los planteles… no podemos reprimir a los niños y a las niñas porque les gustan las golosinas, y hay que respetarlos en sus derechos…
            Si no pueden los representantes del gobierno, si así piensan nuestras autoridades en la materia, porque así lo dicen, y si de esa manera actúan, la chatarra no sólo está en los alimentos y en quienes la producen, sino en el mismísimo gobierno.
            Prohibir es un verbo que se conjuga no sólo en las áreas fiscalizadoras y policíacas, sino también en las educativas y culturales. El “prohibido prohibir” de los jóvenes franceses del 1968 tiene un fondo filosófico distinto, demasiado ajeno al tema de la chatarra alimenticia.