miércoles, 17 de noviembre de 2010

Y EXISTEN SUS CONSECUENCIAS

¡Hubo Revolución!
Y EXISTEN SUS CONSECUENCIAS                                                                           
            Con esa inteligencia periodística tan natural que ejerce Guillermo Ochoa, en su aleccionadora participación radiofónica La vida va, se cuestionaba con una serie de preguntas: ¿qué sería del México actual si no hubiera habido Revolución?, refiriéndose a la de 1910, a la que cumple el próximo día 20 de noviembre nada más, pero nada menos, 100 años partiendo de la fecha de su iniciación.
            Agregando en retahíla dicho periodista muchas otras expresiones dubitativas, entre ellas: ¿hubiéramos hecho mucho más sin tanta pérdida de vidas?, ¿qué hubiera sido de nuestra economía sin tanta afectación a los bienes y a la productividad?, ¿seríamos menos violentos en la actualidad?; para terminar indicando que, lo que es un hecho, es que sin la Revolución de hace cien años no hubiera habido el puentazo vacacional, o al menos de descanso, en esta semana que transcurre.
            Al margen de todo buen humor, el cual siempre será bienvenido por razones educativas y de salud, es necesario recordar que “el hubiera”, como un verbo sustantivado que trata de observar lo qué pudo ser si no fuera lo que es, carece de un sustento real hasta el momento, motivando en el mejor de los casos materia prima para la experiencia, para la añoranzas, o para lamentaciones irrelevantes.
            Es un hecho consumado, e irrepetible, que Carmen y Aquiles Serdán, con su familia, fueron el 18 de noviembre del 1910 los madrugadores en el levantamiento en armas convocado por Francisco Ignacio Madero, y que lo pagaron con sus vidas; y que a los pocos días, semanas y meses, en todo el país hervían las inquietudes para irse a la Revolución.
            Porque el panorama de aquel año, en su menú, ofrecía como la opción más apetecible la de sumarse a “la bola”, ir a balear “pelones” o soldados del ejército federal porfirista, primero, y después huertista, con el fin de hacer efectivo el grito de guerra: “Muera el mal gobierno”.
            Y son también una realidad las consecuencias que provocó, y ha provocado, esa Revolución de 1910, buenas y malas, excelentes y pésimas; empero, en cualquier valoración que se formule, todos somos, a no dudarlo, los productos de ese movimiento humanista, y sanguinario, destructivo, y creativo, ilegal en origen, y legalizador a partir de su final violento.
            Todo lo que existe en México proviene de ésas, y de otras raíces. El porfirismo tuvo su inicio centrífugo para acabar con el lerdismo; pero una vez que tomó el poder, sus movimientos, en todos los fenómenos sociales, fueron centrípetos hasta su final.
            El proceso revolucionario del 1910 al 1917 fue centrífugo, pero una vez establecido en el poder el grupo triunfador, el Constitucionalista, el movimiento dominante ha sido centrípeto; sin embargo, para su sobrevivencia, o para preparar cambios sociales menos costosos para el pueblo, los herederos de esa Revolución han aceptado movimientos centrífugos en diversas partes de la estructura social.
            Por ejemplo, en la materia política, son producto de esa Revolución, lo quieran o no, lo reconozcan o no, las izquierdas, las derechas y los centros; el PRI, el PAN, y el PRD, y todos los demás partidos y asociaciones.
            Así, a 100 años de distancia, cada quien observa, conmemora, y vive, desde su interés y perspectiva, a la Revolución Mexicana de 1910; y ésta, como un fenómeno histórico objetivo, se encuentra impasible, imperturbable, ante las múltiples valoraciones de que es objeto, con el motivo de su centenario.