miércoles, 3 de noviembre de 2010

CAMARILLA EN EL PODER

¿Cómo Castigar a un Presidente?
CAMARILLA EN EL PODER                                                                             
            Las respuestas a la pregunta de: ¿cómo se castiga a un Presidente?, depende de un sinnúmero de circunstancias. La Historia, y otros fenómenos sociales, nos conducen a algunas respuestas.
            En Irak, y recientemente, se castigó a Saddam Hussein en la horca, haciéndole perder la vida, y el verdadero castigador no fue iraquí, sino el poderoso gobierno de los Estados Unidos de América.
            Hace algunos decenios a Antonio Noriega, en Panamá, se le infringió la deshonra, a su país y a él, de que entrara la tropa estadunidense a aprehenderlo, imponiéndole como pena la privación de su libertad en una cárcel americana, para entregarlo sin más ni más, hace poco, al gobierno francés, a efecto de que lo volviera a procesar y lo retuviera; valores entendidos entre ambos Ejecutivos aliados.
            Otros tienen que salir huyendo una vez que concluyen su mandato, tipo Alberto Fujimori en el Perú; y es tal el odio que sembró que, con la bendición gringa, la justicia de su país lo tiene en la cárcel.
            A Algunos, caso México, sus amos estadunidenses los protegen dándoles empleo en las grandes compañías transnacionales a las que ayudaron en su ejercicio público; y su castigo, si lo fuese, es un semidestierro, desde donde pueden cantar después de ingerir dos o tres tequilas: “Qué lejos estoy del pueblo donde he nacido…
            Pero en el epicentro del imperio, en la capital de un mundo globalizado, en el eje mundializar, en pleno Estados Unidos de América, ¿cómo se castiga a un Presidente?
            Se le puede mandar matar, encontrando o sin encontrar al culpable directo; pero eso sí, nunca encontrando a los influyentes que dispusieron sobre su asesinato: Abraham Lincoln o John F. Kennedy.
            Empero, también, se le puede castigar con votos, en elecciones que siendo formalmente democráticas, distan mucho de serlo en el fondo de su realidad. Así han impuesto, hace pocas horas, un castigo electoral al primer Presidente de color  que tienen, Barack Hussein Obama, a pesar de sus esfuerzos por revertir la derrota prevista.
            Y eso es posible en los EU, en virtud de qué quien manda es el poder económico, y no el poder político. Los políticos, allá, les sirven a las empresas poderosas, pues en la mayoría de los casos éstas los imponen en el cargo, y los mantienen con dádivas cuantiosas.
            Los archimillonarios llevaron a Obama a la Presidencia porque así les convenía a sus empresas, pero el Presidente Obama no ha podido hacer todo lo que prometió en campaña, aún teniendo en esta primera mitad de su mandato a las dos cámaras dominadas por demócratas, porque los verdaderos amos no se lo han permitido, y les ha molestado que insista con terquedad en efectivizar sus promesas.
            Así, la actitud del Presidente Obama le ha ocasionado tres emisores de castigo electoral: sus electores demócratas desencantados por su ineficacia, sus enemigos republicanos en plena actitud de venganza, y las millonarias transnacionales observando pragmáticamente que se les desgastó el personaje.
            Y frente al voto de los poderosos, ahora disfrazado de republicano, ordenando: flanco a la derecha, se ha frenado el proyecto de Obama, y en su libreto, impuesto por los poderosos, se le ordena: felicitar a los republicanos.
            Gran teatro es el mundo”, solía expresar hace algunos siglos Pedro Calderón de la Barca.