lunes, 4 de enero de 2010

BENDITA INOCENCIA


Cartas a los Reyes 
BENDITA INOCENCIA                                                                            

            Juan de Dios Peza (1852-1910) con su ternura realista como poeta del hogar expresa:

                        “¡Inocencia! ¡Niñez! ¡Dichosos nombres!
                         Amo tus goces, busco tus cariños;
                         Cómo han de ser los sueños de los hombres,

                         Más dulces que los sueños de los niños!

            Y esa maravillosa verdad, formulada en espléndidos endecasílabos en Fusiles y muñecas, nos ha tocado vivirla a todos de muy diversas maneras y en carne propia, pues no existe ser humano, por más monstruoso que pueda resultar ahora en su adultez, que no haya pasado por ser niño, y con su limpio y tierno cerebro no haya tenido dulces sueños, imitando con ingenuidad la vida del adulto.
            No importa en qué clase social, en qué grupo étnico, en qué nivel económico, en qué ambiente educativo y cultural, en qué parte del planeta, dentro de qué religión, transcurra la niñez de cualquier humano, en cuanto que, como bien lo indicara José Martí en la Edad de Oro: “Todos los niños nacieron para ser felices”, y sus goces y fantasías deben reflejar lo mejor de la Humanidad.
            Celebro, por ende, el trabajo periodístico que han hecho nuestros compañeros Denise Meza Villagómez en sus entrevistas infantiles, y Rafael Ochoa con sus tomas fotográficas a los niños visitados, sobre el tema de las cartas que han escrito o suscribirán a los Reyes Magos, venidos del oriente durante la noche del día 5 y la madrugada del día 6 de cada mes de enero, a todos los hogares de la Tierra en donde haya una niña o un niño que en ellos crea.
            Desde luego todos sabemos que existen niños sin hogar, o de familias en extrema pobreza; pero aún así, los sueños de esos niños resultan un hermoso obsequio, a la vez que un reclamo a la conciencia de los adultos, quienes por ambición, miedo, prisa, egoísmo, soberbia, ineptitud, pereza, insensibilidad, no hemos sabido construir un mundo en donde las visiones utópicas de la infancia tengan una respuesta satisfactoria para su sano desarrollo.
            Es cierto que el niño Julio César Tinajero de 4 años pide a Elefantín y a sus amigos los elefantitos, y también que Karen Noemí Ferreira de 3 tres años quiere un bebé que llore para jugar siempre con él; empero, Mauricio Lemus de 12 años no va a pedir nada, para que los Reyes Magos puedan satisfacer los pedidos de los niños pobres, pero si le llegan a traer a él, ha decidido regalar esos juguetes a los niños pobres de su barrio.
            No faltarán los infantes que en la carta a los Reyes pidan trabajo para sus padres, o alimentos básicos, ropa o zapatos, medicinas para sus enfermos, o que dejen de matar los grupos armados a las personas civiles ajenas a ellos, y de matarse unos a los otros en forma por demás salvaje y macabra.
            Esas cartas de los niños mexicanos son más auténticas y valiosas que los discursos y mensajes de los poderosos en turno, llámense presidentes, gobernadores o alcaldes, y son las que deberían de ocupar los mejores espacios en los medios masivos de comunicación.
            Ante la brutal y grotesca confusión de la crisis actual, vale que tratemos de ver la realidad, también, a través de los ojos de los niños. Por cierto, Juan de Dios Peza cumple 100 años de fallecido el 16 de marzo próximo, y los hogares mexicanos deben recordarlo.