miércoles, 10 de junio de 2015

El viejo Thomas Mann
EL JOVEN ESTAFADOR FÉLIX KRULL
        Thomas Mann (1875-1955), escritor alemán nacionalizado estadunidense, dejó inconcluso su libro "Confesiones del estafador Félix Krull"; sin embargo, al leer la obra no se nota.
        Félix, haciéndose pasar por el Marqués de Venosta, a ruego del propio aristócrata rico que desea burlar la voluntad de sus padres, está de paso en Portugal hacia Argentina.
        Y durante el viaje de París a Lisboa conoce al profesor Kuckuck, director del Museo de Historia Natural en esa capital portuguesa, quien le invita a conocer a su familia, consistente en esposa e hija, y a cual más de atractivas.
        Eso le induce al falso marqués a ampliar su estadía en ese encanto de ciudad lusitana, y lo lleva a vivir un constante coqueteo sensual con las dos, de estilo diverso, pero que provoca un desenlace curioso y breve.
        Tan breve e insinuante que el lector queda insatisfecho, casi exigiendo más a un escritor ya muerto, pero que, además, si viviera nada podría hacer para reparar lo precario de ese final literario. Pero lo inconcluso también tiene encanto.
        Muchos críticos de este libro de Mann afirman, de maneras distintas, que es una novela juvenil escrita por un anciano; sin embargo, es una narración que el escritor trabajó durante su juventud, quedando simplemente inacabada.
        Y en ella ironiza, con estilo alemán, al describir magistralmente la naturaleza del ser humano. Para el temperamento de un lector latino esa ironía se trasluce en un fondo de seriedad que tiende a lo fuerte.
        Curiosamente el Premio Nobel de Literatura 1929 nos describe a un estafador alemán de principios del siglo XX, quien para el siglo XXI, y en relación a los actuales estafadores mexicanos, resulta un hombre honesto llevado a la aventura por los tiempos y las circunstancias de su mundo.
        Si hizo lo que hizo, ese Félix Krull, fue para hacerle bien a la gente a su paso por la vida. Pero la estafa, equiparable al fraude en el derecho penal mexicano, difícilmente la realiza.
        Con todos los personajes que se cruza, él no los engaña ni se aprovecha de sus errores ni jamás se hace ilícitamente de ninguna cosa, ya que todo se le ofrece, por lo que no alcanza lucros indebidos, no existe propiamente la relación de causalidad entre el acto engañoso y la obtención del ventajoso beneficio.
        En el protagonista no hay estafa ni estafador. Félix Krull no realiza tales acciones. Lo que sí encontramos en ese libro comentado es que todos los personajes descritos por Thomas Mann se encuentran pintados con una precisión y colorido que rayan en la excelencia.
        "Müller Rosé" es un personaje de todos los tiempos; un gran estafador. En su exterior es "hermoso, perfecto, sano", pero en su interior resulta "la estampa más repugnante que no se olvida nunca".
        Algún día escribiré sobre "La Montaña Mágica", donde los grandes temas de la vida humana se ven a través de los tuberculosos.