El viejo Thomas Mann
EL JOVEN ESTAFADOR
FÉLIX KRULL
Thomas Mann (1875-1955), escritor alemán
nacionalizado estadunidense, dejó inconcluso su libro "Confesiones del estafador
Félix Krull"; sin embargo, al leer la obra no se nota.
Félix, haciéndose pasar por el Marqués
de Venosta, a ruego del propio aristócrata rico que desea burlar la voluntad de
sus padres, está de paso en Portugal hacia Argentina.
Y durante el viaje de París a Lisboa
conoce al profesor Kuckuck, director del Museo de Historia Natural en esa
capital portuguesa, quien le invita a conocer a su familia, consistente en
esposa e hija, y a cual más de atractivas.
Eso le induce al falso marqués a ampliar
su estadía en ese encanto de ciudad lusitana, y lo lleva a vivir un constante
coqueteo sensual con las dos, de estilo diverso, pero que provoca un desenlace
curioso y breve.
Tan breve e insinuante que el lector
queda insatisfecho, casi exigiendo más a un escritor ya muerto, pero que,
además, si viviera nada podría hacer para reparar lo precario de ese final
literario. Pero lo inconcluso también tiene encanto.
Muchos críticos de este libro de Mann
afirman, de maneras distintas, que es una novela juvenil escrita por un
anciano; sin embargo, es una narración que el escritor trabajó durante su
juventud, quedando simplemente inacabada.
Y en ella ironiza, con estilo alemán, al
describir magistralmente la naturaleza del ser humano. Para el temperamento de
un lector latino esa ironía se trasluce en un fondo de seriedad que tiende a lo
fuerte.
Curiosamente el Premio Nobel de
Literatura 1929 nos describe a un estafador alemán de principios del siglo XX,
quien para el siglo XXI, y en relación a los actuales estafadores mexicanos,
resulta un hombre honesto llevado a la aventura por los tiempos y las
circunstancias de su mundo.
Si hizo lo que hizo, ese Félix Krull,
fue para hacerle bien a la gente a su paso por la vida. Pero la estafa,
equiparable al fraude en el derecho penal mexicano, difícilmente la realiza.
Con todos los personajes que se cruza,
él no los engaña ni se aprovecha de sus errores ni jamás se hace ilícitamente
de ninguna cosa, ya que todo se le ofrece, por lo que no alcanza lucros
indebidos, no existe propiamente la relación de causalidad entre el acto
engañoso y la obtención del ventajoso beneficio.
En el protagonista no hay estafa ni
estafador. Félix Krull no realiza tales acciones. Lo que sí encontramos en ese
libro comentado es que todos los personajes descritos por Thomas Mann se
encuentran pintados con una precisión y colorido que rayan en la excelencia.
"Müller Rosé" es un personaje
de todos los tiempos; un gran estafador. En su exterior es "hermoso,
perfecto, sano", pero en su interior resulta "la estampa más
repugnante que no se olvida nunca".
Algún día escribiré sobre "La
Montaña Mágica", donde los grandes temas de la vida humana se ven a través
de los tuberculosos.