lunes, 29 de diciembre de 2014

Los años dorados
FRAGUANDO NUESTROS ANHELOS

En  memoria  del  joven  abogado
Fernando Tinoco  Ortiz, talentoso
y trabajador, honorable como sus
raíces y sus frutos.

        Juan de Dios Peza (1852-1910) nos obsequió un hermoso concepto en su poema En mi barrio: "... La vida pasa y el mundo rueda, y siempre hay algo que se nos queda de tanto y tanto que se nos va..."
        Esas cosas que se nos quedan, por el paso de la vida, son nuestros recuerdos; y uno de éstos, que deseo compartir con los lectores, es cuando fuimos con mi amigo Víctor Manuel Tinoco Rubí a escuchar una conferencia del abogado Fernando Tinoco Ortiz, en donde explicó, con precisión y claridad, el juicio de amparo, las controversias constitucionales, y las acciones de inconstitucionalidad.
        Para ese entonces Fernando trabajaba en la Honorable Suprema Corte de Justicia de la Nación y, para mí, el escucharlo disertar sobre esos tres temas fundamentales, en forma académica y práctica, fue una grata sorpresa, ya que lo recordaba como un adolescente.
        La vida pasa para todos, pero no de la misma manera. En el caso de Fernando su seriedad y esfuerzo siempre fueron parte de su temperamento, lo que le permitió ser bien calificado por varios ministros de la Corte.
        También recuerdo a Fernando Tinoco en su riguroso afecto hacia sus padres, hermanos, y demás miembros de esa apreciada familia.
        Hace cerca de cuatro años, en pleno ejercicio de la abogacía, consulté una interesante tesis planteada por Tinoco Ortiz sobre un sistema de limitación de pérdidas de capital en los sistemas jurídicos de los Estados Unidos de América y de los Estados Unidos Mexicanos, cuando los dueños del capital, personas físicas o personas morales, logran habilidad para manipular sus ganancias y sus pérdidas, a efecto de pagar impuestos con montos menores a su deber tributario.
        Ahí plantea la urgencia de proteger la recaudación que forma el patrimonio social de todo erario; en una palabra, cómo limitar legalmente a los millonarios evasores fiscales que afectan a los gobiernos, pero sobre todo a la población, auténtica dueña de las contribuciones.
        Hace unos días, a temprana edad, ese lúcido abogado falleció. Nos queda su recuerdo, y sus frutos, en el más amplio sentido de estos términos.
        Para la familia Tinoco Ortiz, encabezada por Rosario y Víctor Manuel, nuestro respeto solidario. Para todos ellos, como para toda familia que se vea en similar circunstancia, deseamos que perdure el recuerdo y la vivencia de lo que han sido sus años felices, sus tiempos dorados.
        Y esos años y esos tiempos son aquellos en donde no falta nadie de nuestros seres queridos. Todos están, de una u otra forma, pasando lista de presentes constate y personalmente, o a través de su esposa y su descendiente, como es el caso.
        Más un plus, como en la especie, que perdure el recuerdo del talento de Fernando, quien fraguaba su sueño profesional siguiendo el ejemplo de su padre.