Decir la verdad
INICIO DE LA
HONRADEZ
Los purépechas desde sus orígenes, y aún
en el siglo XVI, acostumbraban recibir a sus visitas con la expresión de
cortesía: "Bienvenidos. Si vienen con la verdad seremos hermanos."
Tal saludo y mensaje pondera a la
"verdad" como un valor importante, ya que la mentira corrompe al
individuo y a la sociedad en que éste vive; por ello, el saludo constante de
nuestros antepasados es tan sencillo como profundo.
Sin embargo, lo humano no es ajeno ni a
la verdad ni a la mentira, si por verdad entendemos, al menos en principio, lo
que Aristóteles nos explica en su Metafísica:
"Decir de lo que es, que no es; o de lo que no es, que es, es falsedad.
Decir de lo que es, que es; y de lo que no es, que no es, es verdad."
Ésa es un base inicial y valiosa, pero
genérica y formalista, para analizar los contenidos concretos que nos dé el
problema preciso a estudio en relación a la verdad.
Agrego algo más. La verdad y la falsedad
no son absolutas, como no lo son ni el tiempo ni el espacio ni la materia ni
los humanos.
A partir de lo anterior, no ha habido, y
no existe, un solo ser humano que no haya dicho mentiras y verdades; pero hay
unos muy mentirosos, y otros muy veraces. Los primeros tienen un margen de mentira
amplísimo; las verdades de los segundos son cuantiosas.
También, encontramos gente buena que
miente con la sana intención de ayudar a la gente; y visualizamos personas
malas que lanzan una verdad para hacer daño a los otros.
Así, en la Relación de Michoacán observamos que nuestros antepasados sabían
que el cazonci, o sea el rey, al designar a los caciques de cada pueblo les
imponía con una frase sacramental un deber: "No hagas mal a la
gente".
Todo eso es una parte mínima del tema.
La investigadora Sara Sefchovich publicó un aleccionador libro en el 2008 bajo
el título País de mentiras, con el
plausible ánimo de irlo actualizando en la red.
Curiosamente los universales afirmativos
y paradójicos nos conducen a aporías, y nos pasa lo que a Epiménides, cretense
del siglo VI antes de nuestra Era, quien afirmara: "Todos los cretenses
son mentirosos" y, siendo él cretense, estaba aseverando una falsedad
universal y paradójica.
La mejor reforma, o revolución, en la
que podemos y debemos participar los mexicanos es en reducir considerablemente
nuestras mentiras, y en ampliar sólidamente nuestros márgenes de verdad, ante
nosotros mismos, en nuestro hogar, la escuela, el trabajo, la calle, en todas
partes. Digamos la verdad ante quienes tanto mienten.
Jamás votemos, nunca apoyemos, a ningún
mentiroso, sea rico o pobre, sea de cualquier partido o religión, del nivel
educativo que sea, independientemente del sexo o la edad. Decir la verdad, y
conducirnos en base en ella, nos hace prosperar a todos.
Cultura de la verdad seamos todos,
permanentemente.