Consultas malmiradas
NO LOGRAN LA
CONFIANZA POPULAR
En este tiempo, todo lo relacionado con
aspectos electorales, por su ineficacia, su deshonestidad, y su multimillonario
costo frente a familias sin trabajo que viven en la miseria, es mal visto por
el pueblo de México.
Las elecciones que pronto advendrán se
presienten como el diluvio que viene: con altísimos e injustificados gastos,
como generadoras de enjuagues violentos, y sin la confianza de la ciudadanía.
Y, a esos comicios, los principales
partidos políticos proponen añadirles "consultas populares" que, por
sus contenidos y formas, resultan desde ahora impopulares y malmirados.
En el fondo, los mexicanos deseamos
elecciones y consultas, pero no tan deshonestas, superfluas, onerosas e
improductivos.
En el año 2012 nuestro país gastó en
elecciones un poco más de 60 mil millones de pesos, mientras que los Estados
Unidos de América gastaron en la elección federal para reelegir al Presidente
Barack Obama 6 mil millones de dólares.
Con respeto lo señalo, y bajo toda
proporción guardada, Cherán, en Michoacán, eligió a sus autoridades municipales
sin gastar un sólo peso, y fue más eficiente.
Y para qué aumentar ese gasto
preguntándoles a los electores mexicanos si desean menos diputados y senadores
al Congreso de la Unión, si a la vista una apabullante mayoría estaría satisfecha
desapareciéndolos a todos; extremo, éste, que no sería lo correcto.
Porque el problema no es la cantidad de
los integrantes del Poder Legislativo federal; la ofensa para el pueblo de
México es la deshonestidad y bajísima calidad de los legisladores y su elevado
precio.
Bien podríamos tener mil diputados y mil
senadores, si fueran honrados, capaces, trabajadores, y no cobraran ni un sólo
centavo por su labor.
Y para qué preguntarles a los votantes
cuál debe ser el monto del salario mínimo, si la cuestión no es de cantidad.
Mañana mismo los demagogos podrían decidir que ese salario fuera de un millón
de pesos diarios, pues saben que al día siguiente el litro de leche subiría a
un cuarto de millón de pesos.
Más valdría que el salario mínimo fuera
de un peso, siempre y cuando con él podamos pagar el alimento, vestido,
calzado, transporte, arrendamiento, impuestos, derechos, educación, luz,
teléfono, gas, y sano esparcimiento, de todo núcleo familiar.
Que no nos hagan gastar ni nuestro
tiempo, esfuerzo ni dinero, en esas consultas tan bobas como la de suprimirle
la vigencia, echando marcha atrás, a todas las reformas constitucionales en
materia de energéticos y educación. Ambas reformas me parecen equívocas, y así
lo externé en su momento con reflexión; empero, ahora, agravaríamos nuestra
vida echando marcha atrás. En lo esencial, para adelante todo, para detrás
nada.
Conforme a las malqueridas reformas
debemos de actuar, unidos e inteligentemente, para hacer que sirvan a la
mayoría de los mexicanos, no a los ricos nacionales ni a los extranjeros
voraces.
Incluso a lo peor puede y debe sacársele
provecho. Lo que no puede ni debe hacerse es traicionar al pueblo de México.