jueves, 13 de marzo de 2014

Injustos con la Malinche
UNA GRAN SEÑORA
        Escuché hablar de la Malinche desde mi Escuela Primaria Federal Tipo David G. Berlanga. Acaso desde mi tercer año. La maestra Amparo Cardiel, aún siendo un dechado de dulzura, nos habló, llegado el momento, de la "traición" a la raza indígena por parte de la Malinche, también llamada Doña Marina.
        La maestra con la ingenuidad de esos tiempos, y nosotros los educandos con la inocencia de edades tempranas, nos llenaba de coraje que la Malinche nos hubiera traicionado.
        ¿Cómo era posible que esa mujer se hubiese pasado al bando de los españoles conquistadores, sanguinarios y perversos, asesinos de mexicanos?
        A esa edad eran muy precisos y claros los dos mundos de nuestra corta edad: el mundo de todos los buenos, y el mundo de todos los malos. Entre los buenos estaban mi madre y mi padre, mis hermanos, la maestra, y algunas otras personas. Entre los malos se encontraba la sirvienta que nos platicaba cuentos de muertos y aparecidos, y entre muchos otros, esa vieja llamada Malinche, provocadora que a Cuauhtémoc le quemaran los pies, y boca abajo lo colgaran de un árbol como se veía en una estampa de nuestro libro de Historia Patria.
        Y una de las derivaciones de la palabra Malinche que nos enseñaron a aplicar peyorativamente, a edad temprana, era la de malinchismo. Ser malinchista era cometer la misma proterva conducta de esa bruja que andaba pegada y se había entregado a Hernán Cortés, otro ruin sujeto, matador de inocentes indios.
        Con el paso de los años, y el estudio, he cambiado de opinión sobre esa extraordinaria "mujer" que vivió una extraordinaria vida, en un extraordinario lugar y conforme a un extraordinario tiempo.
        Por mi perspectiva de siglo XXI ya la mencioné como una "mujer", pero en realidad para los aztecas y para los mayas precortesianos no era más que una cosa que se vendía o regalaba para ser utilizada.
        Por ser de origen azteca hablaba el náhuatl, y lo hablaba bien. Sus ancestros la vendieron como esclava a comerciantes mayas. De esta suerte ella aprendió con facilidad el maya. Los dos idiomas y su aguda inteligencia le sirvieron para ser entregada como obsequio, entre otras muchas cosas, al recién desembarcado conquistador Hernán Cortés.
        A su paso por tierras de hegemonía maya, rumbo a la Gran Tenochtitlán, le dieron noticia a Cortés de que había dos españoles que desde hacía años vivían entre los pobladores indígenas. Don Hernán los mandó llamar, pero sólo uno de ellos hizo caso a su llamado: Gerónimo de Aguilar, quien había aprendido a hablar el maya, y quien aceptó acompañar como intérprete a Cortés.
        Desde ese momento, Gerónimo de Aguilar y la Malinche fueron auxiliares directos del capitán conquistador. Cortés se comunicaba con Aguilar en español; éste trasmitía el mensaje a la Malinche en maya; y, ésta lo trasladaba al náhuatl. Y con los mismos pasos, pero a la inversa, venía la respuesta del náhuatl al español.