Ha cumplido un año como Presidente de
México Enrique Peña Nieto, y la verdad sea dicha, en este lapso ha generado o
auspiciado una buena cantidad de reformas y, algunas de ellas, de prometedora calidad.
Esto, para ser justos, nos debe motivar a ponerle al reformador una paloma de
aprobación y un estrellita en su frente.
Con ello el Ejecutivo Federal provoca,
para bien de todos, una claridad, una luz.
Empero, todas esas reformas se han
iniciado y aprobado en el área legislativa, ya que han modificado o configurado
adiciones a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, o a sus
leyes reglamentarias. Y la mayoría de esa reformas, vigentes ya, aún no se han
podido aplicar. Esto, para seguir siendo justos, nos obliga a ponerle al
Ejecutivo Federal un tache de reprobación, y a quitarle la estrellita.
Porque con lo anterior el Presidente insta,
para mal de todos, una oscuridad.
Cierto que le faltan 5 años de
ejercicio, y dentro de ellos bien puede lograr que las reformas y adiciones
vigentes se conviertan también en positivas y que, así, se cumplan de manera
cabal.
Sin embargo, nos nace la duda a no pocos
mexicanos de si dichas reformas se encuentran debidamente orientadas para
resolver nuestros problemas, y no para acrecentarlos. Esta incertidumbre el
tiempo la está despejando.
Por otra parte, uno de los logros en
este primer año fue el establecimiento del Pacto por México. Las tres
principales fuerzas partidistas del país se sumaron a él. En principio fue una
unidad esperanzadora para todos. Este éxito, para ser imparciales, nos
determinó a plantar una paloma de aprobación para el Presidente y a colocar en
su haber una medalla de estímulo.
Pues con lo anterior el Ejecutivo
Federal produce, para bien de todos, otra luz, otra refulgencia.
Pero una vez más la buena conducta
político administrativa y el esperado buen efecto se atascaron, quedando ese
pacto como una junta de notables que agudizaron la partidocracia, cerrando las
posibilidades obligadas y predecibles para que entraran a ese pacto organizaciones
sociales con mayor representatividad de los sectores que configuran a nuestra población;
esto, para proseguir siendo justos, nos obliga a ponerle un tache de
reprobación, y a quitarle la medalla de estímulo.
Todo porque al no lograrse el efecto
propuesto y anunciado el Ejecutivo Federal forja, para mal de todos, otra penumbra.
La educación, por ejemplo, ya ha sido
transformada según las nuevas normas jurídicas, y conforme al discurso oficial,
o al menos ha iniciado su proceso de transformación; pero, en la realidad
escolar, en la vida cotidiana de las instituciones educativas, todo está igual que
antes, o peor.
Sin embargo, el objetivo de mejorar
nuestro sistema educativo, propuesto por la reforma correspondiente, es
excelente, y ha merecido el apoyo y aplauso de la mayoría de los mexicanos.
Qué haya, para el segundo año de
gobierno, más claros que oscuros.