Transparencia Internacional sitúa a
México como uno de los países con más alto índice de corrupción, ubicando este
lacerante mal hasta en los terrenos parlamentarios; ahí donde, en provecho
propio, se ha iniciado el proceso para aprobar la reelección de diputados y
senadores, dentro de una llamada reforma política.
El senado la aprobó; falta que los demás
integrantes del Congreso Constituyente Permanente la aprueben; empero, la
intención es que esta reforma entre en vigor hasta el 2018, mientras las
consecuencias para mal se dejarán sentir de inmediato.
Como todas las cosas, la reelección tiene
pros y contras; sin embargo, en México no es el tiempo para ella. La necesaria
movilidad política se fracturará, y reelegirse, ahora, cae como semilla en un
terreno de corrupción que producirá mayor inmundicia.
De aprobarse esta reforma, ella sí, a diferencia
de otras reformas malogradas, tendrá aplicación eficaz en beneficio de
políticos desprestigiados que fincan su estancia de poder en la partidocracia,
y operará en contra de una sociedad harta de pagar altísimos costos
electorales, e irritada de sostener a funcionarios inútiles.
Por disposición legal que ya va a
cumplir el siglo, toda misiva o comunicación oficial debe llevar al final el
lema "Sufragio Efectivo. No Reelección". Por cerca de 100 años se ha
cumplido cabalmente esa orden; por ende, cabe la pregunta, ¿se debe seguir
respetando esa disposición?
Uno de los grandes males de México en el
siglo XIX y de principios del XX fue la reelección. La población era poca, y la
falta de alfabetización la conducía a ser poco participativa en los procesos
electivos escasos y manipulados desde el poder.
Así, la reelección se daba sin
limitación alguna. Ahora, en el siglo XXI, la población ha tenido un
crecimiento explosivo, su participación es de alto nivel, y su deseo de
movilidad política es aguda.
Relacionado con este tema, ha cumplido
un año como Presidente de México Enrique Peña Nieto, y la verdad sea dicha, en
este lapso ha generado o auspiciado una buena cantidad de reformas. Pero esta
parte de la reforma política es inoportuna y peligrosa.
Nace la duda en no pocos mexicanos de si
dichas reformas se encuentran debidamente orientadas para resolver nuestros
problemas, y no para acrecentarlos. Esta incertidumbre el tiempo la está
despejando.
Un logro en este primer año fue el
establecimiento del Pacto por México. Las tres principales fuerzas partidistas
del país se sumaron a él. Esto fue esperanzador para todos; pero el avance del
Ejecutivo Federal se atascó en esa junta de notables, ahora por desaparecer,
pero agudizando la partidocracia, y cerrando posibilidades para que entraran a
ese pacto organizaciones sociales con mayor representatividad en nuestra
población.
Esto que comienza con la reelección en
algunos cargos públicos terminará permitiendo la reelección del Presidente de
la República. Y esto es algo inaceptable.
Hoy las trampas de la reelección se
visualizan en nuestro horizonte, y se perciben en nuestras raíces.