martes, 18 de junio de 2013

Sören Kierkegaard DOS SIGLOS DE ANGUSTIA

        Salvo el maestro Rafael C. Haro, en mis años escolares de preparatoria en el Primitivo y Nacional Colegio de San Nicolás de Hidalgo, el resto de nuestros profesores de filosofía simplificaban al máximo la historia de estas doctrinas.
        Nos enseñaron que sólo había dos corrientes filosóficas: materialistas, la primera; y, la segunda, la de los idealistas. La primera observaba bien la realidad, y por ello los materialistas eran revolucionarios; mientras la segunda era la de los reaccionarios que distorsionaban siempre la verdad.
        Mi inquietud por la filosofía me hizo adquirir los siete tomos de la Historia de la Filosofía de la Academia de Ciencias de la URSS, bajo la redacción de Dynnik, Iovchuk, Kedrov, Mitin, y Trajtenberg, con la traducción directa del ruso realizada por José Lain y Adolfo Sánchez Vázquez. Ahí empecé a leer todo lo que decían de Sören Kierkegaard, (1813-1855) que en realidad era muy poco, y muy adjetivado por el dogmatismo soviético de ese entonces: "En la filosofía francesa reaccionaria... tiene lugar un incremento del irracionalismo... se fortalece la influencia del irracionalismo de Kierkegaard... y al mismo tiempo se incrementa la búsqueda de un tercer camino en filosofía, supuestamente situado por encima del materialismo y el idealismo".
        Agregando, además, la academia soviética que: "A partir de Kierkegaard, precursor del existencialismo, determinados representantes de la filosofía burguesa viraron hacia la existencia humana "concreta", hacia la "vida"... El existencialismo elogia a su predecesor Kierkegaard... La concepción histórico-filosófica del existencialismo es ajena a la ciencia y a la razón, al humanismo y a la democracia". ¡Vaya conclusión tan cuadrada!
        El maestro Haro, en cambio, nos mostró filosóficamente todo un abanico de posibilidades, sin ningún dogmatismo; y nos hizo observar que Kierkegaard era el hijo angustiado de un padre atormentado por sus reales o supuestos pecados, conduciéndolo a llenarse de visiones profundas que repercutieron en su forma de hacer filosofía.
        Su visión de la vida fue a partir de su propia angustia, para, de su existencia concreta, formular inductivamente principios de carácter genérico.
        Seguramente su percepción no es válida para todos ni para todo, pero no deja de ser un interesante aporte de un talento expresivo.
        Desde Morelia, ciudad de la cultura, recordemos a Kierkegaard, cuando Dinamarca, su país natal, y toda Europa, celebra el bicentenario de su natalicio.
        Sus obras dan cuenta de sus pensamientos, entre otras: O lo uno o lo otro, Prosas, El amor y la religión, El concepto de la angustia, Diario de un seductor, Los estadios eróticos inmediatos o lo erótico musical, Estética y ética, Mi punto de vista, Diapsalmata, Temor y temblor. Miguel de Unamuno estudió danés para traducir estos libros.
       Nada nos cuesta, ahora, leerlo y/o releerlo, para tener de sus textos un criterio propio, ajeno totalmente a todo dogmatismo. Sigamos su pensamiento: "Tengamos unos ojos de corto alcance para lo que nada vale, y unos ojos plenos de claridad para el valor de la verdad".