Los datos de la llamada Zona
Metropolitana del Valle de México son imprecisos, y ligeramente diferentes.
En cerca del punto dos y medio por
ciento del territorio nacional habitan hacinados 28 millones de mexicanos. Esto
no es deseable, sino peligroso.
En la mitad del siglo XX nos
enorgullecíamos de la macrocefalia de la capital del país, comparada con las
grandes urbes del mundo, ¡jactancia de un infantilismo insensato!
El inicio de esta conurbación garrafal
fue la Ciudad de México, construida por los españoles vencedores sobre
Tenochtitlán, epicentro geográfico de los vencidos. Ahí comenzó uno de nuestros
mestizajes urbanísticos.
Hoy, esa ciudad, convertida en Distrito
Federal, capital de todos los mexicanos, tiene como producto interno bruto para
cada uno de sus habitantes aproximadamente 36 mil dólares anuales, al nivel de
Francia, mientras Michoacán sólo cuenta como producto interno bruto para cada
michoacano aproximadamente 9 mil dólares anuales, a similitud de Túnez, según
indicadores del Banco Mundial para el año 2010.
En el DF está la mayoría de nuestras
escuelas, colegios, universidades e institutos de enseñanza superior, los
mejores centros de cultura, parques y jardines, trabajos remunerados,
espectáculos, nuestro principal mercado para el consumo de droga, la
concentración del poder, tanto el oficial como el ilícito. Todo es grande en el
DF, lo bueno y lo malo; y esa grandeza todo lo devora.
Y frente a los hechos anteriores, y a la
agravada violencia suscitada en las últimas semanas en el DF, Andrés Manuel
López Obrador recientemente señaló desde Cadereyta que "No se deteriora la
seguridad del DF. Es sólo propaganda contra el gobierno de Miguel Ángel
Mancera... quien es objeto de una campaña mediática... para que se crea que en
la capital ya están igual las cosas que en resto del país".
Lo anterior contrasta con las palabras
de Mancera al respecto, quien acepta los problemas del DF, y propone organizar
a los jóvenes, quienes siendo más y mejores, frenarán a toda delincuencia, y desestabilización.
Los problemas no se solucionan
negándolos, y sólo estudiándolos bien podremos resolverlos.
México tiene un ramillete de conflictos
agravados. Ahí se encuentra un desarrollo desigual e injusto, por una pésima
distribución de la riqueza entre seres humanos y regiones, y en donde los
poderosos hacen suya la riqueza producida por quienes trabajan, abusando de las
leyes que los propios poderosos han aprobado.
Esas desigualdades se agravan cuando a
cada capital de nuestros 31 estados se le impone el pésimo modelo del DF.
"¿Cómo vamos Ciudad de México?", es el proyecto promovido por Juan
Francisco Ealy Ortiz, del periódico El Universal, quien busca herramientas
eficaces para medir la calidad de vida en esa conurbación central del país. Este
proyecto tiene la simpatía de Miguel Ángel Mancera, jefe del gobierno capitalino,
y la del gobernador de estado de México Eruviel Ávila.
Empero, ese proyecto debe enfocarse de
mejor manera: ¿Cómo vamos México, con tu DF a acuestas?