La gran industria farmacéutica del mundo tiene como
propósito, en su insana estructura, el que no se le mueran los enfermos, pero
también el que nunca se alivien del todo; y los prósperos negocios en cada
materia están organizados de similar manera.
El día en que los enfermos mueran, o
sanen definitivamente, las empresas de medicina quebrarán, ya que viven a
expensas de los constantes y permanentes desmejorados en materia de salud.
Otro ejemplo daré de nuestras torcidas
formas de organización humana: ¿quién crea los virus para infectar a las
computadoras? Atinó Usted, estimado lector, si responde que quien provoca virus
es el mismo que vende los antivirus. ¡Excelente negocio es ése!; primero,
infectar a las computadoras, para después vender el remedio, creando cada vez
nuevos venenos cibernéticos, para sostener boyante a la industria de antivirus.
Además, basta que una actividad humana
sea altamente redituable para que inmediatamente se apoderen de ella los
poderosos o los ricos, suponiendo que estos dos especímenes sociales no
correspondan al mismo sujeto, pues en muchas ocasiones una persona es tan
poderosa como rica.
Esas formas de organización
corresponden, también, al crimen organizado en su amplia variedad de ilícitos.
Con sentido común se observa que su estructura tiene el mecanismo de toda
empresa capitalista tanto internacional como nacionalmente.
Tan redituable es actualmente el crimen
organizado que los ricos y poderosos se han apropiado de él, sosteniéndolo, en
el fondo, a como dé lugar. La atacan, sí, pero sin extinguirlo, pues si lo
destruyen acabarían con su gallina de los huevos de oro.
Y ese sistema, en procedimiento y
contenido, tiene su profunda raíz clavada en los Estados Unidos de América. No
pocos de nuestros males nos vienen del extranjero, y toman, rápido y
furiosamente, carta de ciudadanía mexicana.
Es fácil imitar el mal ajeno; cuesta
mucho trabajo hacer propias las virtudes extranjeras.
Las actuales comunidades armadas, en el
México actual, se pueden clasificar en dos: unas, las que son auténticas,
formadas con miembros conocidos de la población respectiva, y que según sus
propias palabras están "hasta la madre" de ser explotados,
humillados, robados, agredidos, violados, por grupos de criminales privados u
oficiales; y, otras, las creadas por los propios delincuentes para generar confusión
y prolongar su dominio.
El problema es que ambos grupos armados
se encuentran al margen de la ley; empero, un problema más grande es que las
fuerzas del gobierno no quieren o no pueden acabar con las pandillas
delincuenciales ni pueden ni quieren garantizar paz, trabajo y libertad a las
comunidades, ahora armadas.
Eso agudiza nuestras contradicciones, y
nos conduce al estallamiento social, tan deseado por lo más negativo de
nosotros y de sectores estadunidenses.
Ante todo eso, la sociedad mexicana
activa y unificada debe poner un hasta aquí. Ojalá el gobierno mexicano sepa
hacer suyo este Sentimiento de la Nación.