Recordemos que toda computadora se
encuentra construida a imagen y semejanza del sistema nervioso central del ser
humano; al igual que la jeringa con su aguja reproduce los órganos del mosquito
para extraernos sangre e inyectarnos su excreción salival, o a similitud de los
helicópteros que están hechos imitando el vuelo de las libélulas o de los colibríes.
Si nuestra computadora no se encuentra
bien programada o se le introduce basura, generara equívocos, sin perder su
velocidad; por ende, producirá tontejadas en diezmillonésimas de segundo.
De ahí lo importante que el cerebro de
los seres humanos, con lógica, conocimientos sólidos, cultura, y educación, procese
adecuadamente la veraz información que reciba, siempre con un sentido
humanista.
Sin embargo, no hemos formado bien a millones
de cerebros humanos, ya por la masividad, o por la falta de una excelente cultura y una
buena educación. Por ello, casi todos los mexicanos estamos seguros que se nos
debe, y obramos a consecuencia de esa errónea percepción unilateral.
El psicólogo Alán señalaba que no conoce
líder sindical que viviendo bien a costa de las cuotas de sus agremiados, de
los productos de sus chantajes ante los patrones o ante el gobierno, de la
venta de plazas, y de algunos otros ingresos de oscuros orígenes, no esté
programado cerebralmente para asegurar, bajo protesta de que dice verdad, que
todos le debemos.
Sus representados le deben, su
contraparte patronal les debe, las autoridades gubernativas le deben, todo el
país les debe por "sus acciones de sacrificio a favor de la patria".
Pero lo mismo acontece con los que han
acumulado capital propio en demasía. Alejados de la humildad, ensoberbecidos en
su riqueza, están seguros que el pueblo les debe, pues son ellos los que están
generando empleos y, por ende, riqueza. No falta, incluso, quien se considere
merecedor de una estatua, o al menos de que se le debe una placa de bronce, con
su nombre en letras grandes dando a conocer sus "méritos".
No pocas autoridades, federales,
estatales o municipales, del ejecutivo, legislativo o judicial, están seguras
de que el pueblo les debe, la patria les debe, y esperan el pago, o lo cobran
por propia mano.
Y lo mismo acontece con los campesinos,
los obreros, los intelectuales, los profesores, los migrantes, los jóvenes, las
mujeres, los hombres, todos sentimos que alguien nos debe.
Hemos hecho de nuestro país, una república
de acreedores. A todos se nos debe; y, al final, bajo esta atmósfera general y
generada, no hemos creado la conciencia de deudores, a efecto de pagar nuestras
deudas. Acreedores contumaces y
exigentes, sí hemos producido. Deudores puntuales y buenos pagadores, no hemos
generado.
Es tiempo de reflexionar. Primero pagar
lo que debemos, para después cobrar.