La
campaña presidencial del 2012 ha transcurrido, en nuestro país, ante la mirada
consciente de mexicanos hastiados de la guerra.
Así,
en singular, esa conflagración que nos tiene asqueados cubre todo tipo de
beligerancias sanguinarias y reales, ya que no existe en el México actual una
guerra oficial, legalmente declarada, pero sí existe una intensidad de la
violencia que alcanza, de diversas formas, al gobierno estadunidense, al
mexicano, a organizaciones criminales internacionalizadas de ambas naciones,
que tienen como rehén y centro de ataque a los mexicanos.
Producto
de esa pesadilla carnicera hemos enterrado más de 60 mil cadáveres, y tenemos
desaparecidos a cerca de 100 mil seres humanos. Esto, y más, forma parte del
inventario que nos dejará el sexenio del Presidente Felipe Calderón Hinojosa, a
su entender como algo necesario que le fue heredado, y como su mejor aporte a
la Nación entera.
Empero,
al margen de esa equívoca percepción del Ejecutivo Federal, el pueblo de México
se encuentra agobiado de tanta brutalidad asesina de las partes en conflicto,
deseando una paz productiva, con una seguridad jurídica que abarque una
armoniosa distribución de la riqueza.
Con
esa conciencia irá la ciudadanía a votar este próximo primero de julio,
reprobando tanto la guerra calderoniana, que ha teñido el azul de sangre, como
la guerra que prepara Andrés Manuel López Obrador si no le favorece el
resultado en las urnas, con lo que manchará de sangre al amarillo.
En
principio, toda violencia venga de donde venga debe ser reprobada y superada.
Ni la actitud agresiva de una derecha en el ejercicio del Poder Ejecutivo Federal
ni la conducta arrebatada de una supuesta izquierda, que ambiciona a toda costa
la Presidencia de la República, tienen ahora cabida en la aceptación ciudadana.
Aspiramos
a la paz, a una libertad con orden, a un orden con justicia. Deseamos una
superior forma de organización socioeconómica, aquella a la que no nos han
permitido acceder los dueños del gran capital amparado por la fuerza militar de
los Esta dos Unidos de América, y sus obedientes socios minoritarios en el
país.
Recordemos
que la historia de la violencia en México ha estado siempre ligada a la
voluntad del gobierno gringo. No caigamos en su trampa, sea cual sea la careta
que ahora se pongan.
Ayer,
en la consumación de la independencia de México en contra de la Corona
Española, armó y puso en marcha a dos grupos masónicos conspiradores, yorkino
uno y el otro escocés, ancestros de los partidos políticos del naciente país.
Hoy,
en el 2012, el poder estadunidense todo lo ha penetrado, y promueve el juego de
las conjuras, a su antojo, en los grupos en contienda. Para todos tiene
alientos, armas y dólares; a cambio, les exige obediencia y complicidad.
Con
nuestro voto, y todas nuestras acciones, decidamos a favor de una paz con
humanismo productivo y justo.