Es
muy insensato, por parte de algunos candidatos a la Presidencia de México, el
atacarse entre sí, cuando el electorado lo que espera de ellos son propuestas
viables de solución para los graves problemas que nos aquejan.
Pero,
además, a ellos corresponde en primerísimo término cuidar, y fortalecer, a la
institución de candidaturas a la presidencia, a través de respetarse
mutuamente.
Mala
actitud sería la de los médicos, arquitectos, contadores, o abogados, si no
tuvieran ese enlace de espíritu de cuerpo que los hace reconocerse los unos a
los otros para elevar sus índices de carácter profesional.
Pésima
se observa Josefina Vázquez Mota cuando asegura majadera e inquisitorialmente,
y al parecer sin ningún sustento, que "Enrique Peña Nieto es un
mentiroso".
Deplorable
se exhibe la dama Josefina cuando arremete diciendo que "no al
autoritarismo de la república amorosa de ese trasnochado que enarbola a la
izquierda".
¿Qué
necesidad hay de que a sus contendientes los agreda de manera tan personal?, a
uno como mentiroso, y al otro como autoritario y trasnochado.
¿Qué
beneficio recibe México con este lanzamiento de excreción que hace la señora
Josefina? Y su mano, y su boca, ¿cómo quedan después de estas acciones tan
patéticas para todos, que ella supone, seguramente, lo mejor de sí misma?
Da
tristeza a la población el mirar, el escuchar, a Andrés Manuel López Obrador,
de 60 años, endilgarle a Enrique Peña Nieto, de 45 años, el peyorativo de que
es "vil chatarra"; o el formular la insulsa metáfora de que
"como ya el PAN no tiene levadura, están inflando al merengue de Enrique
Peña Nieto".
Si
fueran serias sus propuestas, entre otras, la de hacer "un tren bala que
lleve la velocidad de 300 kilómetros por hora que vaya por toda la Riviera Maya
hasta Palenque, más cinco refinerías", no habría ninguna necesidad de
insultar personalmente a un contendiente, cuando esta descalificada conducta,
carente de amor, se revierte en su contra.
El
pueblo de México no les pide a los candidatos en campaña que se amen los unos
con los otros, sino sólo que se respeten a sí mismos, siendo educados con sus
adversarios electorales, pero sobre todo con sus electores.
Sean
un poquito inteligentes, o al menos usen su sentido común, de tenerlo.
Consideren que la borrachera electoral es tan pasajera, que la resaca perdura
por más tiempo, y que en el ejercicio del poder tienen que llamar a la unidad
nacional, y lograrla, puesto que no hay manera de gobernar para todos, sin
obtener el respeto de todos, cuando previamente han sembrado respeto en todos.
Miren
que las majaderías personales que los ahora candidatos se formulen mutuamente
serán un obstáculo insalvable para quien gobierne; además de que las
ocurrencias hirientes cuando más provocan un espectáculo que distrae a la
opinión pública de lo verdaderamente importante.
Seguramente
que, por ello, Enrique Peña Nieto, menos letrado que los rijosos, pero más
juicioso, plantea constantemente su decisión de no dividir nunca al pueblo de
México.