Somos
más listos para buscar culpables que para resolver problemas; y esto, cuando se
convierte en hábito, frena nuestro desarrollo.
Lo
anterior vale para todos y para todo. Tanto en el ámbito de lo familiar, en lo
municipal, estatal, nacional, o en lo internacional.
Por
ello debemos aceptar, en principio, el concepto externado por el Presidente de
los Estados Unidos de América Barack Obama, en la VI Cumbre de las Américas recién
celebrada en Cartagena de Indias, Colombia: “En
Latinoamérica parte del cambio de mentalidad tiene que redundar en que no
siempre se mire a los Estados Unidos como el motivo de las cosas que siempre
salen mal”.
Y
puso varios ejemplos de esa obsesiva costumbre que los culpa de todo: "¿por
qué son tan duros con Cuba, tratando de promover la democracia en ese país todo
el tiempo?... Siendo éste uno de los desafíos que nosotros enfrentamos, y que
se encuentran arraigados en molestias legítimas, históricas, pero se han vuelto
un hábito”.
Obvio
que ese hábito es tan insensato, de parte de todos los países Latinoamericanos,
incluyendo a México, como tan estólido resulta el hábito de los Estados Unidos
de América haciendo mal, con sus actos de gobierno, a las naciones del
continente americano.
Claro
que no vale la pena el solo imputar culpas, a los EU, por el mero prurito de
exhibirlos como malhechores de actos pasados, ¡esto sería una torpeza!; es
necesario, sí, hacerlos responsables, como lo son, de los efectos de sus
equívocos o perversos actos, tanto para que los suspendan, como para que paguen
los daños y perjuicios ocasionados. Es decir, verlos como el motivo para
resolver las cosas, ya que lo han hecho mal.
Ya
que el peor hábito es el de ellos al hacer el mal; y el mal hábito nuestro es
el de exclusivamente culparlos de palabra y retóricamente, cuando debemos
siempre, con seriedad jurídica, demandarles ante tribunales internacionales,
esperando imparcialidad, prontitud y justicia.
En
verdad, la relación generada entre el poderoso EU y los pueblos
latinoamericanos se observa nítidamente reflejada en el bochornoso caso que
dramatizaron de manera cómica los agentes de seguridad, que acompañaban al Presidente
Obama, al usar los servicios de prostitutas colombianas, para después no
quererles pagar sus servicios, lo que provocó lo más destacado de esa cumbre.
Ante
el libertinaje desenfrenado de esos agentes de seguridad, el gobierno de los EU
de inmediato los repatrió; el Presidente Obama dijo "sentirse
avergonzado", al mismo tiempo que reiteró su "plena confianza en su
grupo de seguridad".
Ese
es el mejor ejemplo de nuestros vínculos con el gobierno gringo.
Además,
¿cómo podemos solamente culparlos de generar una atmósfera proclive a la
prostitución, al imponer un sistema económico social que defienden con todas
sus armas?, cuando no nos hemos decidido a cambiar, con eficacia e
inteligencia, ese perverso sistema por una mejor y superior forma de organización.
Y
lo mismo debemos hacer ante los poderosos de nuestro país. Ya es hora de que
nos decidamos a cambiar nuestro sistema.