miércoles, 11 de mayo de 2011

OTRA MARCHA MÁS

Poesía y Política
OTRA MARCHA MÁS
            Hay de marchas a marchas. Todas ellas se realizan en ejercicio de la garantía individual de reunión que nos otorga el artículo 9º de nuestra Carta Magna, y tal derecho se encuentra limitado por el mismo precepto. La tentación para afectar a las marchas y a los marchistas cada día tiene más adeptos, por lo que los necesitados de estas reuniones deben ajustarse con mayor cuidado a lo establecido por nuestra Constitución.
            Esas reuniones en marcha deben ser pacíficas; requieren tener un objeto lícito; sólo pueden ejercer el derecho de reunión, para asuntos políticos, los ciudadanos de la República; nadie puede ir armado a una reunión si se delibera en ella; en ninguna reunión se puede, legalmente, proferir injurias en contra de la autoridad, ni hacer uso de la violencia o de amenazas para intimidarla, a efecto de que resuelva en cierto sentido.
            Y como la propia autoridad admite violaciones de los marchistas al sistema legal, alienta, así, a la anarquía y al desorden al no saber aplicar el derecho, y su coercitividad, que es totalmente diferente a eso que se llama represión.
            Pero, en fin, si algo hay en abundancia son las marchas, y de toda naturaleza. Destacan, sí, algunas, por sus motivos, su organización, y sus fines.
            Dentro de esas significativas manifestaciones se encuentra la que recientemente encabezó el poeta Javier Sicilia. Tuvo eco, cobijo, simpatía, y emulación, en varias entidades federativas, y en algunos países del mundo.
            El mismo gobierno federal estuvo dubitativo sobre su respuesta a tal marcha; y valoró ese esfuerzo, y teme que pueda ser el antecedente de otras marchas mayores y mejores, que pudieran concluir en una gran marcha tan definitoria que echara del poder a los inquilinos del momento.
            Esa marcha que terminó en el zócalo de la Ciudad de México alcanzó a mover a muchas conciencias mexicanas. Pero su epílogo fue poético, discursivo, y de poco más de 5 minutos.
            Cuando un esfuerzo así, con esa causa y ese propósito, no debe tener fin ni ese final ni esa naturaleza ni esa duración conclusiva.
            Hemos llegado a pie, como lo hicieron los antiguos mexicanos, hasta este sitio en donde ellos por vez primera contemplaron el lago, el águila, la serpiente, el nopal y la piedra, ese emblema que fundó a la nación y que ha acompañado a los pueblos de México a lo largo de los siglos”. Este fue el principio del discurso.
            Y el final de la perorata fue: “de la unidad y de la dignidad de nuestros corazones que llama a todos a refundar la Nación. Hagámoslo así porque el silencio es el lugar en donde se recoge y brota la palabra verdadera… la palabra que nos permita decir otra vez con dignidad y una paz justa el nombre de nuestra casa: México”.
            En el mundo de la poesía puede obtener una calificación sobresaliente; incluso, la buena poesía pude convertirse en un excelente instrumento práctico de lucha; sin embargo, es necesaria la acción política eficaz, práctica y contundente.