lunes, 7 de febrero de 2011

PARA NO CUMPLIRLA

Grandiosa Constitución
PARA NO CUMPLIRLA                                                                          
            Uno de los grandes aciertos del pensamiento de Carlos Marx y Federico Engels fue entender y describir la realidad de su tiempo, ligada dialécticamente a todo el pasado del ser humano.
            Ambos en una de las presentaciones iniciales del Manifiesto Comunista expresan que “El derecho no es más que la voluntad de la clase dominante erigida en ley”, o lo que es lo mismo, en relación a la llamada Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos del 1917, ésta fue en su inicio, y es en su desarrollo histórico, la voluntad de la clase dominante en México, erigida en norma jurídica fundamental.
            Así, la voluntad de la clase dominante, personalizada en el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista Venustiano Carranza, convocó sólo a los soldados y a los simpatizantes del ejército constitucionalista a participar en las elecciones para diputados al Congreso Constituyente del 1916-1917.
            Esa voluntad del poderoso también fue la razón de que Venustiano Carranza enviara a dicho Congreso Constituyente la iniciativa, exclusivamente, para reformar y adicionar a la Constitución de 1857, y no para aprobar un nuevo texto de Carta Magna; porque, en la realidad, un país se constituye sólo una vez como tal, y su Constitución es por ende una sola, pudiéndose, en nuestro caso, reformar, restringir, suspender, y adicionar, cuantas veces lo desee el pueblo, afirmará un romántico, o cuantas ocasiones lo quiera la clase dominante, conforme al crítico y severo pensamiento marxista.
             Dicha voluntad del grupo en el poder hizo que los 218 diputados electos para tal Congreso Constituyente discutieran y aprobaran el texto original de tales adiciones y reformas a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1857, pero, a la vez, la susodicha voluntad de esa clase en el poder generó que se publicitara con eficacia extraoficial, y ha hecho que se siga publicitando con esa misma eficiencia fuera del formalismo, como una nueva Constitución, la del 1917, como bien lo expresara en su discurso el Magistrado Gilberto Alejandro Bribiesca Vázquez.
            Existen ocasiones, históricamente hablando, en que la clase dominante impone leyes que benefician al desarrollo de la sociedad.
            Empero, en la mayoría de los casos, dichos todopoderosos disponen leyes para beneficio exclusivo de ellos, y de los suyos, comenzando así un proceso de descomposición social, a la vista en el 2011.
            Bajo el anterior enfoque, es equívoco, y absurdo, afirmar que “los problemas actuales de México han rebasado a la Constitución… nuestra Carta Magna está agotada, y es necesaria una nueva Constitución”, como lo expuso José Barragán, miembro del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, ya que un país se constituye una sola vez, y su Constitución exclusivamente se puede reformar, restringir, adicionar y suspender.
            Por eso del 1917 al 2011, el texto Constitucional en vigor lleva poco más de 500 reformas y adiciones, y una sola vez ha sufrido suspensión de garantías individuales, con motivo de la Segunda Guerra Mundial.
            Y es lógico, si la vida cambia, la Constitución debe cambiar. Como cambia la ropa de un bebé, cuando éste se convierte en hombre, pues para el adulto ya no le vendrían los roponcitos usados en su edad infantil. Así es la Ley de la Tierra, así es la Ley del Ser Humano, cambiante y dialéctica.
            Y nuestra Constitución, en la mayoría de sus normas, responde más que nunca a la época actual. Igualdad jurídica y libertad para todos, educación laica y gratuita para todos, salud para todos, vivienda digna y decorosa para todos, sano ambiente ecologista para todos, seguridad pública, social, y laboral para todos, justicia imparcial, completa y pronta para todos, y todas las demás garantías que nos hacen seres humanos de primera. ¡Grandiosa Constitución!; nada más que la clase dominante la aprobó para presumirla, no para aplicarla.