miércoles, 23 de febrero de 2011

OCCIDENTALIZAR A LOS MUSULMANES

Sueños Contagiosos
OCCIDENTALIZAR A LOS MUSULMANES                                                              
            La globalización en nuestro planeta hizo sentir sus primeros efectos a finales del siglo XX; hoy, en el año 2011, vivimos una etapa procesal de su desarrollo.
            Ese fenómeno mundializador, con una explosión demográfica desmedida, con una avance tecnológico de medios masivos de comunicación y medios de comunicación masiva nunca antes vista, con una concentración de riqueza jamás obtenida, y con la cultura occidental dominando a la Tierra, ha empezado a engullirse a un mundo cultural de tipo musulmán, tan agresivo como incómodo; aunque ese bocado puede hacerle daño muy pronto al gran tragón.
            Desde 1990, todo el engranaje económico político occidental logró el inicio del derrumbe, sin disparar un solo cañonazo, de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y de los países europeos que giraban socialistamente en su órbita.
            En la existencia no hay nada que no tenga causas; así que los motivos internos para ese debacle socialista, entre otros, fueron su terquedad de afectar la ambición humana, motor de la productividad, lo que los convirtió en burócratas y poco competitivos en los mercados, su obstinación en implantar el socialismo por la fuerza, sin haber un desarrollo dialéctico para advenir  a una nueva y superior forma de organización socioeconómica; su autoritarismo vertical y su afecto a la corrupción.
            Empero, los orígenes de ese quebranto también fueron de tipo externo, entre otros, la soterrada guerra económica, de producción y consumo, llevada con eficacia supuestamente desideologizada por parte de los grandes capitales; la penetración eficiente de la publicidad de la cultura occidental, eje de un capitalismo dominante, a través del la radio, el cine, la televisión, los libros, las revistas, las instituciones de enseñanza superior, el internet, con todos sus espacios cibernéticos, y los viajes e intercambios. Todo esto impulsando, como imitable, la hermosura de la vida y de los sueños en Nueva York, París, Londres, Estocolmo, Oslo, Roma, Berlín, Ginebra, o Viena.
            Ayer fueron los países socialistas aplastados por la internacionalización occidental. Hoy son los musulmanes del norte del África los que están siendo abatidos por sus propias oposiciones, pero alentadas y promovidas con resultados al gusto del gran epicentro capitalista de occidente. Desde luego que en estos países de Islam se encuentran los principales gérmenes de rebelión.
            ¿Quién aguanta feliz a las dinastías de los Ben Alí, de los Mubarak, de los Kadafi? De pasadita, ¿conoce Usted, estimado lector, alguna familia dinástica michoacana, millonaria, que tenga muchos decenios dominando el escenario político de estas tierras purépechas, con cuatro gobernadores en su haber directo?
            Pero regresando al norte del continente africano, lo inmensamente ricas que son esas familias, y lo enormemente pobres que son sus pueblos. De tal suerte que, para el occidente, se han convertido en un caldo de cultivo para la guerra civil. Y los poderosos de occidente han encontrado cómo sembrar en los cerebros de los niños, jóvenes, adultos, y hasta en ancianos, los sueños del capitalismo occidental europeo y americano, contagiándoselos a plenitud, para hacer su miseria musulmana, natural, más miserable, y derrumbar a quienes se han estacionado por décadas en el poder, llegando a ser un estorbo para los multimillonarios del mundo globalizado.
            Recordemos que a toda acción corresponde una reacción de igual magnitud, pero en sentido inverso. Devorar culturas, al final de cuentas, es también devorarse.