lunes, 20 de diciembre de 2010

VENTUROSAS POSADAS

Fábula y Cuento
VENTUROSAS POSADAS                                                                                  
            Platiquemos de algo que no sea política ni economía ni derecho ni religión. Hoy, conversemos de literatura, aunque yo escriba, y Usted lea, funciones ambas tan retroalimentadoras que me hacen sentir la permeabilidad del intercambio.
            Hubo un ruso llamado Fedor Dostoyevski, (1821-1881) desarrollado en un ambiente familiar de sombras trágicas, quien se convirtió, a fuerza de escribir, en un gran explorador del alma de los seres humanos; y, por otra parte, en esa misma Rusia zarista vivió el príncipe Vladimir Mestcherski, (1839-1914) quien gustara del periodismo y de la literatura, dueño de la revista El ciudadano, que duró en circulación del 1872 al 1912, siendo su primer director Dostoyevski.
            Ambos cultivaron una buena relación amistosa; Fedor, un liberal burgués, y Vladimir un noble de lo más reaccionario, pero los dos animados vitalmente por la significación de las letras.
            Dostoyevski es, sin lugar a la mínima duda, uno de los principales escritores que la Humanidad ha tenido; en cambio Mestcherski no forma parte del directorio de escritores rusos, sino sólo se le registra como propietario de esa influyente revista financiada por el gobierno zarista.
            Sin embargo, el príncipe Vladimir Mestcherski escribió un libro titulado Los misterios de Petersburgo, y Dostoyevski lo cita con cierta constancia en su obra Diario de un escritor. La cosa está en que a estos escritores les  gustaba platicarse fábulas y cuentos, de los cuales entresacó dos, como un  obsequio para estas épocas de posadas.
            Fedor. “Quiero decir aquí una fábula que he oído estos últimos tiempos. Se afirma que esta fábula es muy antigua, y se agrega que quizá ha venido de la India, lo cual es muy consolador. Un día un cerdo riñó con el león y lo desafió. Al volver a su casa reflexionó y se sintió lleno de terror. Reunióse todo el rebaño, deliberó y dio su solución del siguiente modo: ‘Mira, cerdo, muy cerca de aquí hay un agujero lleno de basuras: vete allí, revuélcate bien dentro del agujero e inmediatamente después preséntate en el lugar donde el duelo debe celebrarse.’ El cerdo siguió este consejo. Llegó el león, lo olfateó, hizo un gesto y se fue. Largo tiempo después el cerdo se alababa de que el león había tenido miedo y se había escapado en lugar de aceptar la lucha. Indudablemente, entre nosotros no hay leones: se opone a ello el clima, y además sería para nosotros una caza demasiado majestuosa. Pero reemplazad al león por un hombre bien educado, y la moraleja será la misma.
            Vladimir: “Un día se encontró la Libertad y el Palo. ‘Yo estoy por encima de ti’, dijo la Libertad, ‘porque soy más inteligente’. Pero el Palo le respondió: ‘No, yo soy quien está muy por encima de ti, porque soy más fuerte’. Y, así, estuvieron discute que discute, y acabaron por pelearse. Al final de la contienda el Palo le dio una tunda a la Libertad, y ésta, lo recuerdo bien, de resultas de los golpes murió en el hospital.
            Ni la fábula ni el pequeño cuento deseo aplicarlos a nuestra realidad, porque hoy es día de posadas, y pronto llegará la Noche Buena, la Navidad, el Año Viejo, el Año Nuevo, y estas venturas llegan para todos.